EL SIGNIFICADO DE LA MUERTE DE JESUS



La Biblia enseña que los humanos fueron creados en un perfecto estado de inocencia moral y perfección biológica; inmortales, incapaces de enfermarse o deteriorarse con la edad, con conocimiento infuso y en perfecta conexión con la naturaleza que los rodeaba, a semejanza de Dios mismo (Gn. 1: 26-27, 31); pero luego los humanos rompieron esta relación armoniosa con Dios y la creación mediante un acto abierto de desobediencia (Gn. 2:15; 3: 6). Cuando los humanos se desprendieron de la gracia de Dios, las consecuencias devastadoras no solo afectaron a los que cometieron el acto de desobediencia, en este caso Adán y Eva, sino también a sus descendientes y al mundo que los rodeaba, provocando separación eterna de Dios, enfermedad, decadencia. , desconexión con la naturaleza y muerte física 
(Gn. 3: 16-19).

Cuando los humanos cayeron en pecado, se encontraron impotentes para encontrar el camino de regreso al estado original en perfecta comunión con su Creador, porque para obtener el perdón que Dios estaba dispuesto a dar, era necesario primero que cancelar la deuda de culpa que Adán y Eva habían adquirido para sí mismos y para sus descendientes ante Dios, más la culpa de los pecados personales cometidos individualmente a consecuencia de la naturaleza caída (Ro. 2:12; 3: 9; 5:12). Como el perdón exigía expiación, siendo ya espiritualmente pecaminoso, defectuoso y limitado biológicamente, la muerte de un humano solo podía tomarse como castigo por su propio pecado, pero no como una ofrenda expiatoria, ni para él ni para nadie más (Lv. 16:30; Heb. 9:22). Pero en su amor por nosotros, Dios proveyó el camino. Tomando la naturaleza humana en la persona de Jesús de Nazaret, Dios pudo proporcionar el ser humano perfecto para el sacrificio expiatorio requerido, libre de todo pecado adámico y personal, y en las condiciones perfectas e inmortales en la que los humanos fueron creados inicialmente..  (Jn. 1 : 1, 9-14).

Jesús, el Hijo de Dios, el que creó el universo por orden del Padre (Jn. 1: 3, 10; 1 Cor. 8: 6; Col. 1:16), se convirtió en un ser humano en condición perfecta, experimentado desde la concepción hasta la muerte cada aspecto de la existencia humana para asi identificarse con nuestra realidad y redimirnos con su propio ejemplo, incluso experimentando tentaciones como todos humano, pero sin caer en pecado (Heb. 2:18; 4:15).

El divino Jesucristo, como humano perfecto, inmortal y sin pecado, se ofreció voluntariamente al Padre como el sacrificio expiatorio requerido por la justicia perfecta de Dios, asumiendo el castigo debido a todos los humanos por sus pecados, cancelando la deuda espiritual que teníamos con Dios, restaurando la comunión con nuestro Padre celestial. Esto a su vez hizo posible la regeneración espiritual y material de la raza humana y toda la creación, eliminando el pecado, la separacion de Dios, la tendencia al pecado, la imperfección, la decadencia y la mortalidad. 
(Jn. 3:16, 36; Ro. 5:19; Col. 2:14; 1 Jn. 2: 2; 4:10).

Jesucristo murió en la cruz voluntariamente como un sacrificio expiatorio ofrecido a Dios Padre en nombre de todos los humanos, pasados, presentes y futuros, satisfaciendo la justicia perfecta de Dios que exigía rendición de cuentas,  restaurando así toda la humanidad y la creación a una nueva comunión con Dios y vida en gracia.

A través de la fe en Jesucristo y el arrepentimiento, tenemos acceso a la justificación y el perdón de pecados, y a recibir el Espíritu Santo en una nueva vida de gracia, y mediante la perseverancia, mantener firme la esperanza de salvación y resurrección a vida eterna en el reino de Dios.

Omar Flores




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