QUÉ ES LA TRADICIÓN Y SU LUGAR EN EL CRISTIANISMO


Cuando algunos cristianos escuchan la palabra Tradición, imaginan costumbres y prácticas folklóricas; pero como término teológico ese no es el caso.

La tradición con “T” mayúscula es un nombre propio que se refiere a todo el conjunto de creencias y prácticas que forman parte del cristianismo viviente. No es solo algo que viene del pasado, a pesar de que la Tradición comenzó con los Apóstoles y cronológicamente precede a las Escrituras en existencia; es un fenómeno viviente, que cambia y se adapta a nuevas expresiones con el tiempo.

La tradición se divide en dos formas según el origen:

TRADICIÓN APOSTÓLICA: Conformada por todas las creencias y prácticas que el cristianismo ha mantenido desde tiempos muy antiguos, en todas partes y en su mayoría, hasta nuestros días.

Estas creencias y practicas se encuentran en los escritos de los primeros cristianos, especialmente de los primeros cuatro siglos, también conocidos como "Padres de la Iglesia". Se le llama "apostólica" porque, debido a su antigüedad, es muy posible que estas ideas fueran de origen apostólico, especialmente cuando se tomaron como tales en diferentes partes del mundo cristiano de la época.

La tradición apostólica juega un papel crucial en la definición de la doctrina en el cristianismo, ya que se toma en consideración para determinar doctrinas bíblicas que no son claras o concluyentes en las Escrituras. Esta Tradición Apostólica está conformada por el "Consensus Patrum"; es decir, por todas las creencias y prácticas comúnes a todos los primeros cristianos y no por la opinión o practica personal de algunos de ellos.

Entre estas creencias se encuentran la Trinidad, la divinidad de Jesús, la personalidad del Espíritu Santo y el Canon de las Escrituras mismo.

TRADICIÓN ECLESIÁSTICA: Son todas las prácticas y costumbres mantenidas por la Iglesia viva a través de las edades hasta el día de hoy. La diferencia con la tradición apostólica es que estas prácticas, no doctrinas, nacieron de dentro de la Iglesia y no tienen un origen divino sino humano. Estas prácticas son establecidas por la Iglesia viviente según sus necesidades y según los tiempos y lugares, generalmente por concilios universales o sínodos locales, y pueden ser revisadas nuevamente y modificadas por estos mismos canales según nuevas realidades.

LA TRADICION PRECEDE LA ESCRITURA

Es importante tratar esto como un tema separado, ya que es sensible al cristianismo tradicional y no debe ser motivo de escándalo para aquellos cristianos que sostienen las Escrituras como la regla suprema de fe.

El Señor Jesús no dejó ningún libro escrito con sus enseñanzas por lo que sabemos hasta el día de hoy. Todas sus enseñanzas se entregaron oralmente y fueron guardadas por los apóstoles, por lo que sabemos, también de esa manera. De la misma manera, los apóstoles predicaron y evangelizaron oralmente, como lo vieron del Señor, y establecieron autoridades en las comunidades cristianas que puedieran transmitir sus enseñanzas de una manera fiel (2Tim 2: 2; Tit 1: 5, 9). La documentación escrita, las cartas y luego los evangelios, llegaron más tarde. Las cartas que tenemos no fueron hechas con la intención deliberada de servir como testamentos a la posteridad, sino como epístolas ocasionales sobre temas específicos a comunidades específicas. Los Apóstoles, por revelación y sabiduria, pueden haber sabido que eventualmente estas cartas serian tomadas como se toman hoy, pero esa no fue su intención original. Solo los Evangelios y Apocalipsis fueron escritos con el propósito de dejar un legado escrito a la posteridad de la afirmación mesiánica de nuestro Señor Jesus y sus enseñanzas (Lc 1: 1-4; Jn 20: 30-31). Como estos escritos quedaron dispersos entre las comunidades cristianas de los primeros siglos, fueron acreditados por el consenso general de su memoria comunitaria como genuinos y autoritarios, entre otros que se consideraron falsificaciones o pseudo-epigráficos (2Th 2: 1-2 ). Fue esta memoria y criterio comunales los que se usaron como uno de los elementos decisivos en el establecimiento del Canon de la Escritura; otro elemento fue la conformidad con la enseñanza cristiana consistente que se tenía en ese momento.

La Tradición precede a la Escritura en el sentido de que existió y preservo la fe cristiana antes de que los apóstoles la pusieran por escrito, e incluso entonces, cuando los primeros testigos se extinguieron, estableciendo qué libros eran genuinos y cuáles no, según la Fe común que compartian.

Sin embargo, la tradición no precede a la Escritura en importancia. La Iglesia, incluso antes de que se estableciera el Canon, tenía en suprema autoridad los escritos apostólicos porque expresaban directamente sus enseñanzas (Col. 4:16; 1Th 5:27; 2Th 3:14; 2Pe 3:16). La verdadera Tradición Apostólica no contradice jamas las Escrituras. Dado que la enseñanza oral humana puede distorsionarse de una a otra persona con el tiempo, toda afirmación apostólica tradicional debe examinarse a la luz de las enseñanzas bíblicas claras y directas. Esa es la razón por la cual los apóstoles nos dejaron estos escritos y así lo testifican los Padres de la Iglesia (1)

EL LUGAR DE LA TRADICION EN LA IGLESIA

La tradición ha servido a la Iglesia para preservar vivas las enseñanzas de los Apóstoles y el testimonio de sus documentos escritos hasta que se formó oficialmente el Canon.

La tradición sirve hoy, para aclarar conceptos, doctrinas y prácticas cuyo significado no están claros o explícitos en la Biblia, al mostrarnos cómo los primeros cristianos entendieron esas cosas.

La Tradición establece la narrativa bíblica, tanto en su todo como en cada libro individual, en su contexto apropiado, histórico y doctrinal. Pretender interpretar las Escrituras haciendo caso omiso de la Tradición es algo peligroso que se ha demostrado muchas veces, terminar en sectarismo y herejía. La Escritura y la Tradición van juntas y no pueden existir una sin la otra.

Omar Flores.

(1)   Irenaeus of Lyons, Against Heresies, 3:1:1

Tertullian of Carthage, Against Praxeas, 11

Hyppolytus of Rome, Against Heresies, 9

Dionysius of Alexandria, Eusebius’s Church History, 7:24:7-9




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