PERDONAR ES NECESARIO PARA LA SALVACIÓN


En una ocasión, hablando de una mujer arrepentida, nuestro Señor Jesucristo dijo:

"Quien ha sido perdonado poco ama poco".

(Lucas 7:47)

Con esto, el Señor Jesús dijo que la gratitud de una persona cuyos muchos y graves pecados han sido perdonados, será más agradecida y amorosa hacia su Redentor que aquella persona cuyos pecados no han sido muchos en número o igual en severidad.

Como cristianos, muchos experimentan dificultad para perdonar a alguien que los ha lastimado u ofendido de gran manera. En general, las personas mantienen resentimiento hacia alguien que les ha causado un profundo dolor o humillación, y les resulta extremadamente difícil olvidar y perdonar el daño causado injustamente. Aun cuando en la mayoría de los casos no actúen contra el agresor, aún así, el resentimiento emocional permanece, y se manifiesta de manera casi inconsciente de diferentes maneras, especialmente en la forma en que alternan con ella después de lo acontecido o en los comentarios que pueden hacer a otros con respecto a esa persona.

El Señor Jesús hablando sobre el perdón dijo claramente:

“Porque si perdonas a otras personas cuando pecan contra ti, tu Padre celestial también te perdonará. Pero si no perdonas a otros sus pecados, tu Padre no perdonará tus pecados ".

(Mateo 6: 14-15)

Nuestra obligación de perdonar nace del hecho de que también nosotros tenemos necesidad de ser perdonados; perdonados por las personas que hemos lastimado en el pasado, perdonados por las malas consecuencias de nuestras acciones, y perdonados en última instancia por Dios mismo.

Siendo imperfectos y pecaminosos, incluso cuando nuestras transgresiones no sean terribles delitos punibles por la Ley humana; aún así, recibimos la misericordia de Dios para ser limpios de la culpa de nuestras propias acciones malvadas. Cuando merecíamos el castigo, recibimos misericordia, misericordia absolutamente necesaria para salvarnos de la condenación eterna (Romanos 5: 8). Y como ya fuimos perdonados por Dios y posiblemente por otros seres humanos a los cuales también hicimos daño, incurrimos en una deuda moral con Dios y la humanidad. Es bajo esta deuda moral que estamos obligados a perdonar también a otros que nos han hecho mal.

El Señor Jesús ilustró esto en la parábola de "El Siervo que No Perdono", donde un hombre que teniendo su deuda de dinero perdonada, no estaba dispuesto a perdonar a su compañero. Sobre este hombre, Jesús dijo en la parábola:

"Siervo malvado, cancelé toda esa deuda tuya porque me lo suplicaste. ¿No deberías haber tenido piedad de tu compañero sirviente como yo lo hice contigo? "Enojado, su amo lo entregó a los carceleros para que lo torturaran, hasta que él pagara todo lo que debía".

(Mateo 18: 32-34)

Nada impuro puede entrar en el Reino de los Cielos, y parte de esta impureza, es un corazón con resentimiento implacable.

Puede ser difícil en extremo perdonar a alguien que ha cometido delitos graves contra nosotros o nuestras familias. Si este es el caso, debemos continuar orando a Dios para poder perdonarlos y ser liberados de esa carga.

Perdonar a alguien que nos ha hecho mal, no significa ser amigos o actuar con ellos como si nada hubiera sucedido. Perdonar a alguien es no responder con maldad a sus acciones; significa no desacreditar su persona ante los demás, no discriminar de ninguna manera en contra de el y dejar ir el resentimiento. Perdonar no significa olvidar lo que sucedió o actuar de manera irresponsable como si nada hubiera pasado, porque esa persona podría hacer el mismo mal otra vez y tomarnos por tontos.

PERO el resultado general es que debemos perdonar, o nuestra salvación esta en peligro. Si morimos con resentimiento hacia alguien en esta vida, esta falta de perdón hará imposible que Dios nos conceda el perdón a nosotros, perdón que necesitamos desesperadamente para ser salvos.

El perdón puede ser una tarea difícil, pero es vitalmente necesario para nuestra salvación. Para enfrentar un caso difícil de resentimiento, oración, ayuno, confesión regular y comunión son necesarios, y cada poco cuenta, cada esfuerzo práctico, incluso el simple deseo de querer perdonar va en nuestro favor. Todos necesitamos el perdón. Todos hemos lastimado a otros a sabiendas o no. Todos tenemos cuentas por pagar. Dejemos que el sacrificio de Jesucristo en la cruz, que sufrió para que todos los que se arrepientan puedan ser personados, no sea en vano, porque negarse a perdonar es también rechazar el sufrimiento de Jesús en la Cruz, porque El ya pagó el castigo de esa persona que nos hizo mal, tanto como pagó por nuestros errores.

“Manténganse unidos y perdónense unos a otros si alguno de ustedes tiene una queja contra alguien. Perdonen como el Señor los perdonó.”

(Colosenses 3:13)

Omar Flores

Comments