El ser humano
está compuesto de materia y espíritu (Génesis 2: 7).
La parte
material es el cuerpo y sus órganos, el espíritu es la energía invisible que da
vida a este organismo material, y la unión de ambos en el momento de la
concepción da a luz a la conciencia o "Alma" (1 Tesalonicenses 5:23), que a partir
de ese momento es inseparable del espíritu y se reunirá con el cuerpo
nuevamente en el momento de la Resurrección.
Cuando un
creyente participa de la Santa Cena en la Mesa de nuestro Señor, realmente
participa del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, y por lo tanto,
todo su ser es santificado.
Cuando tomamos
de la comunión, la parte física de la Eucaristía, el pan y el vino, siendo
materiales, entran en nuestro cuerpo a través de la boca y de allí a nuestro
torrente sanguíneo y a todas nuestras células, santificando cada centímetro de
nuestros cuerpos. Nuestro organismo material se vuelve literalmente santo hasta
que lo profanamos nuevamente al cometer pecado.
La realidad
espiritual de Jesús, presente en los elementos, santifica nuestro Espíritu y el
ejercicio de fe y voluntad en la participacion voluntaria del sacramento santifica
nuestra Alma. (1 Corintios 11:27)
Omar Flores.
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