La declaración
anterior es una paráfrasis del versículo 5 del noveno capítulo de Génesis,
cuando Dios le habla a Noe sobre lo sagrado de la vida humana y la pena de
muerte que debe imponerse a todo ser humano o animal que mate a una persona
inocente de manera intencional, lo cual hoy se llamaría técnicamente
“Asesinato”.
(Génesis 9:
5).
Lo sagrado de
la vida humana se basa en su dignidad natural de haber sido hecha a imagen y
semejanza de Dios. Así se dijo en el momento de la creación (Génesis 1:26);
para ser luego confirmado igualmente a Noé, después del Gran Diluvio (Génesis
9: 6).
Siendo la vida
humana sagrada, es natural que el castigo más severo se aplique a otros seres
humanos, que siendo racionales y morales, decidan, conducidos por el mal, asesinar
a otro ser humano estando en completo control de sus facultades y voluntad. Sin
embargo, la orden de matar a un animal que mata a un humano parece extraño en
este contexto, ya que se asume que los animales actúan solo por instinto y sin
ser moralmente conscientes de sus acciones. Este versiculo, que se refleja más
adelante en la legislación mosaica (Éxodo 21: 28-29), ha sido pasado por alto
por la mayoría de comentaristas como simplemente una orden generica de matar a
cualquier animal que mate a un ser humano, por el hecho de destacar el valor de
la vida humana en si. Esto podría ser correcto y ser el final del argumento,
pero otros puntos también deben tomarse en consideración.
LOS ANIMALES TIENEN CONCIENCIA
Cuando Dios
creó a los animales, los humanos y los animales tenían un nivel de comunicación
entre ellos que les permitiría vivir en cooperación mutua, aunque los humanos
tuvieran una capacidad mucho mayor en todo, debido a su semejanza con Dios
mismo (Génesis 3: 1-2). Este nivel de conciencia en los animales, inferiores a
los humanos por naturaleza, necesariamente implicaria un cierto nivel de
autoconciencia y autocontrol hasta el punto de poder entender a los humanos,
comprender sus deseos y poder cooperar; entre ellos, la capacidad de distinguir
entre el bien y el mal.
Esta capacidad
está implícita en Génesis cuando se menciona que no se encontró que los
animales fueran "una compañía adecuada para Adán" (Génesis 2:20),
basado no solo en la incapacidad de reproducción entre estas dos especies, sino
en la insuficiencia de la compañía, lo cual no se habría decidido solo en base
a su presencia muda, sino en base a un alto nivel de comunicación que
permitiría esa consideración en primer lugar. Por esta misma razón, Eva no se
sorprendio cuando la primera serpiente creada, poseída por el diablo, entabló
una conversación con ella, que luego llevó a la Caída.
Esta capacidad
de entender y distinguir entre lo bueno y lo malo también está implícita cuando
Dios declara que los humanos y los animales recibieron plantas y frutas para
comer, y no carne (Génesis 1: 29-30), lo cual implica que una decisión
deliberada de matar a un animal o un humano como alimento, se consideraría una
acción pecaminosa de desobediencia, ya sea que venga de humanos o de animales.
Después de la
caída, esta conciencia moral animal, que debido a la pérdida del alto nivel
original de comunicación entre humanos y animales, descartamos hoy bajo el
término "instinto", se mantiene sin embargo en una condición dañada,
pero lo suficientemente clara como para distinguir entre el bien y el mal a un
nivel básico. Por esta razón, por ejemplo, la burra de Balaam trató de evitar
ser asesinada por el Señor Jesús, sabiendo que había un peligro que amenazaba
su vida. (Números 22: 22-35).
Por esta razón
también, cuando la vida animal fue entregada a los humanos por alimento, Dios
declaró a Noe que Él había puesto "el miedo a los seres humanos"
sobre todos los animales, para que supieran que habían sido entregados a los humanos
para que los mataran (Génesis 9: 2). Por esta razón, también las Escrituras
dicen que los animales volverán a la misma condición para la cual fueron creados,
en la Nueva Tierra (Isaías 11: 6-9)
ANIMALES Y HUMANOS
En el hecho de
que Dios haya dado a los animales temor por los humanos, y el prohibir abiertamente
a cualquier criatura, incluidos los animales, destruir la vida humana, implica
que esta conciencia está presente de forma natural en todos los animales, no
solo en su ADN, sino también en sus almas, el que matar a un humano está mal.
Si esta conciencia existe en todos los depredadores animales, de que la vida
humana es intocable, el quebrantar esta orden divina en sus almas constituye un
acto antinatural de desobediencia, en este caso, castigado con la muerte.
“Pero
pregúntales a los animales, y te enseñarán a ti, o a las aves en el cielo, y te
lo dirán; o habla a la tierra, y te enseñará, o deja que los peces en el mar te
informen.
¿Cuál de todos
ellos no sabe que la mano de YHWH ha hecho esto?
(Job 12: 7-10)
Omar Flores.
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