EL SIGNIFICADO ESPIRTUAL DEL ENTIERRO DE JESÚS



Existen muchas leyendas sobre José de Arimatea, y poco se sabe de él por la historia secular. La evidencia interna de los cuatro evangelios, sin embargo, nos permite saber que José era de cierta ciudad de Judea (Lucas 23:50); y que era un miembro adinerado del Sanedrín (Mateo 27:57; Marcos 15:43; Lucas 23:50), y tambien que era un seguidor secreto del Señor Jesús junto con Nicodemo (Mateo 27:57; Juan 3: 1-2 19: 38) y que no había apoyado el juicio contra Jesús ni su condena (Lucas 223: 51).
Después que el Señor Jesús dio su vida en la cruz; siendo un conocido hombre de influencia, José de Arimatea valientemente fue al prefecto romano de Judea, Poncio Pilato y le pidió que le diera el cuerpo de Jesús para darle un entierro adecuado (Mateo 27:58; Marcos 15:43).

La Escritura nos dice que todo esto sucedió en la tarde del día anterior al Sábath (Marcos 15:42; Lucas 23:54). Ya que el Sábath comienza alrededor de las 6:00 pm de nuestro viernes, y el Señor Jesús dio su vida alrededor de las 3:00 pm; la bajada del cuerpo de la cruz, su preparación con especies y el sudario de lino deben haber tomado la mayor parte de las 3 horas restantes para el entierro. No tuvieron tiempo para buscar un lugar más conveniente donde enterrar al Señor, así que José ofreció su tumba recién construida que estaba cerca para que el cuerpo de Jesús descanse (Mateo 27: 59-60).

José de Arimatea, un hombre pecador, destinado por naturaleza a la perdición eterna, como cualquiera de nosotros, había comprado una tumba, un buen mausoleo sólido con un jardín privado alrededor, como correspondia a su alto estatus económico y social; en la expectativa prevista de su inevitable muerte. Ni su conocimiento de las Escrituras, ni sus actos de piedad, ni su dinero, ni su membresía en el Sanedrín podrían librarlo del terrible destino de la tumba. Como cualquier otro mortal, su residencia final seria una cuenca de piedra fría, dentro de una cueva oscura, que se sellariá con una roca pesada para siempre.
Pero un día Jose conoció a Jesús, y como Nicodemo y muchos otros judíos de alto rango, llegó a creer en Él como el Mesías y el Hijo de Dios. De repente, Jesús le dio una nueva visión de la vida y un sentido del destino. El Salvador de la humanidad le dio agua viva.

Cuando José ofreció su tumba al Señor Jesús, sin darse cuenta, estaba personificando la historia de su propia redención.

El Cordero de Dios expiatorio y sin pecado, Jesús de Nazaret, acababa de dar su vida en la cruz para expiar los pecados de José de Arimatea y para ganar su salvación. Jesús, muerto en su lugar, fue sepultado en la tumba preparada para él; mientras José seguía vivo, un hombre nuevo, que aspiraba a la vida eterna gracias a ese Jesús muerto que ahora yacía en su tumba.

José actuo esa tarde toda la historia de su salvación, y muy probablemente no lo notó en este momento, sino años después.

Omar Flores.

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