TENIENDO CUIDADO DE CÓMO CONFRONTAMOS A OTROS



El apóstol Pablo, escribió una vez:

“En mi carta os escribí que no anduvierais en compañía de personas inmorales; no me refería a la gente inmoral de este mundo, o a los avaros y estafadores, o a los idólatras, porque entonces tendríais que salir del mundo. Sino que en efecto os escribí que no anduvierais en compañía de ninguno que, llamándose hermano, es una persona inmoral, o avaro, o idólatra, o difamador, o borracho, o estafador; con ése, ni siquiera comáis.”
(1Corintios 5: 9-11)

San Pablo decidió tomar medidas severas contra la moral relajada de la comunidad cristiana de Corinto. Influenciada por la sociedad altamente paganizada de esa ciudad, la mundanalidad e inmoralidad habían penetrado en la Iglesia. A través de esta medida drástica de separatismo, Pablo esperaba mover a los pecadores persistentes al arrepentimiento; sin embargo, deja claro que este tipo de tratamiento no debe aplicarse a aquellos que no han hecho una profesión oficial de fe, en otras palabras, a aquellos que no eran miembros de la iglesia. Los no cristianos.

EN NUESTRA VIDA COTIDIANA

A diario nos encontraremos con personas que son particularmente poco cristianas en su comportamiento. No el comun escéptico o irreligioso, sino personas adictas al alcohol, las drogas, el juego, el comportamiento inmoral, la promiscuidad, el adulterio, la superstición, la magia o el ateísmo activo. Frente a este tipo de comportamiento, algunos cristianos piadosos y comprometidos tienden a desafiarlos de manera directa.

Este impulso es natural, pero puede que no sea el mejor para los intereses mayores de esa persona, el Evangelio y de nosotros mismos.

Cuando alguien es creyente y vive en pecado, el Espíritu Santo no deja de luchar con la conciencia de esta persona. Cualquier llamado al arrepentimiento o exposición a la presencia o mensaje de Dios, inmediatamente sus almas sienten la reprensión del Espíritu. Pero para alguien que nunca ha tenido una fe real, que nunca tuvo una experiencia real de Dios, toda confrontación solo podría provocar antagonismo y rebelión en lugar de arrepentimiento, porque no tienen el Espíritu Santo dentro de ellos (Salmo 51: 3; Marcos 14 : 72; Lucas 5: 8).

NO EMPUJARLOS A LA PERDICION

Es cierto que Dios trabaja sobre los espiritus de todos los seres humanos cuando alguien está expuesto a la verdad del Evangelio de Jesucristo, pero como esto se hace solo externamente bajo una Gracia Preveniente, el libre albedrío de la persona, sometido a una naturaleza humana corrupta y debilitada, puede resistirse al estímulo del Espíritu Santo 
(Juan 16: 8; Apocalipsis 30:20).

Si reprochamos a un pecador su mala conducta de una manera desafiante, ya que esta persona no cree, pueden suceder tres cosas. O bien esa persona escuchará, o la persona dejará de hacer lo que estaba haciendo pero permanecerá como incrédula, o se rebelará aún más y tomará una actitud agresiva, no solo hacia quien le reprocha, sino también hacia la razón del reproche, en este caso, el Evangelio, al cual veran como su enemigo.

Teniendo en cuenta la salvación de esa persona, los dos últimos resultados son demasiado drásticos como para arriesgar un enfoque directo.
Si una persona se convierte como consecuencia de nuestro reproche, lo cual es poco probable, seria bueno, pero la mera detención de ese mal comportamiento o la provocación de una actitud rebelde que podría empujarlos a pecar más solo por demostrar que pueden, no beneficiara a nadie, sino que empeorara las cosas.

Si vemos a alguien atrapado en pecado, ya sea por ser esclavizados a un vicio, comportamiento inmoral o actividad atea, etc .; debemos tratar con esa persona consciente de que su visión de la vida no es la misma que la nuestra y que un cambio no puede ocurrir de la noche a la mañana. No podemos esperar que un árbol malo dé buenos frutos. Personas incrédulas y pecaminosas, solo se comportarán pecaminosamente. Es de esperar, y no cambiarán en corto plazo.

EL AMOR GANA SOBRE TODO

Si vemos a alguien bebiendo y le pedimos que se detengan en ese momento, diciéndole lo malo que es; lo más probable es que se vuelva agresivo con nosotros y beba aun más solo para demostrar su punto de vista, y terminamos empujándolo más a la decadencia en lugar de ayudarlo.

Si esa persona deja de beber, es posible que hayamos ayudado a eliminar el problema en este momento, pero si esa persona no se convierte, el vicio regresará, o aun si no lo hace, esa persona todavía se perderá debido a su estado no converso. .

Cuando nos acercamos a un pecador compulsivo, debemos actuar con prudencia y con paciencia. Podemos iniciar una conversación sobre el tema, tratar de entender por qué hace lo que hace, poniéndonos en su posición de infiel para ver las cosas como el las ve. Solo así podemos explicar nuestro punto de vista, no de manera agresiva, sino como de modo personal, respetando la autonomía de decisión de esa persona; y con la esperanza de que pueda ver cómo la virtud supera al pecado siempre. Finalmente y lo más importante, explicarle el evangelio de salvación.

Las cosas que se hacen con amor y paciencia van más allá, a buen Puerto. Las que se hacen con antagonismo y reproche, provocan indignación. Y si no podemos contribuir al bien de alguien en palabra, entonces es mejor guardar silencio y demostrar nuestro testimonio en la práctica, para que lo vean sin ser desafiados.

Es el bien a largo plazo del pecador lo que debemos tener en cuenta, no solo el nuestro o el del momento; especialmente, no siendo el motive de la perdicion del picador, por haberlo empujado a rebelarse contra Cristo.

"Dejen que su conversación esté siempre llena de gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo responder a cada quien"
(Colosenses 4: 6)

Omar Flores.

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