A veces, impulsados por el entusiasmo de la natividad
de nuestro Señor Jesús, y en la molestia de darle toda la atención y adoración
que merece, olvidamos el papel de su madre, María de Nazaret, el instrumento
más importante por el cual el milagro de la encarnación tuvo lugar.
Toda la información confiable que tenemos de la vida de
nuestro Señor está contenida solo en el Nuevo Testamento, y lo más importante,
en los cuatro Evangelios que conforman su biografía.
Estas cuatro biografías fueron escritas por personas que
no fueron testigos personales de toda la vida de nuestro Señor (Lucas 1: 1-4).
En el mejor de los casos, se atribuyen a dos miembros de sus Doce Apóstoles, y
dos de sus discípulos inmediatos. Toda la información que recopilaron acerca de
la vida de Jesús hasta su vida pública adulta, debe haber venido del testimonio
personal de José y María. Y de estos, algunos de ellos, como la anunciación,
solo fueron conocidos por María (Lucas 1: 26-38).
Como sabemos por las Escrituras, todos los grandes agentes
de nuestra historia de salvación fueron elegidos incluso antes de ser creados,
para los roles a los que finalmente fueron llamados. Tales fueron los casos que
conocemos de Jeremías, Juan El Bautista y San Pablo (Jeremías 1: 5; Lucas 1:
13-15; Gálatas 1:15). Sería ingenuo pensar que María no fue tambien elegida y
condicionada para el papel más importante en el universo, ser la madre de
nuestro Salvador.
Sin embargo, incluso después de ser elegida y
condicionada, esta misión no fue forzada en ella. María conservó siempre su
libre albedrío, y en control de ese libre albedrío, aceptó el papel de ser la
madre del Hijo de Dios, el Mesías, nuestro Salvador, y todas las
responsabilidades que esto incluía (Lucas 1:38). No sabemos con certeza cuántos
años tenía Santa María cuando se le anuncio la encarnación, pero sabemos que la
aceptó ciegamente, declarando abiertamente su fe y sumisión a la voluntad de
YHWH.
Ella sufrió adversidad y riesgo de su vida mientras
protegía a su hijo. Ella alumbro a nuestro Señor en un establo en medio de un
viaje (Lucas 2:1-7) y evitó ser asesinada por el Rey Herodes el Grande al huir
a un país extranjero (Mateo 2:13).
Ella amamantó a nuestro Señor, crió y protegió de todos
los peligros durante sus primeros años; y muy probablemente ella le enseñó sus
primeras oraciones y a guardar el sábado.
Pero no solo eso, sino que acompañó a su hijo en su vida
pública, y con gran dolor, fue testigo de su juicio y crucifixión, siendo
totalmente impotente para impedirlo (Juan 19:26).
Santa María de Nazaret cumplió fielmente la mayor misión
dada a un ser humano, ser la Madre del Salvador del universo, quien en su
humanidad, tomó de sus cromosomas. Una misión única, irrepetible e inigual a
cualquier otra.
Por esta razón, siendo llena del Espíritu Santo, María
profetizó acerca de sí misma:
“Pues he aquí, de ahora en adelante todas las
generaciones me llamarán bendita”
Lucas 1:48
Omar Flores.
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