Todos los días de Acción de Gracias, los cristianos no
pueden celebrar la llegada del primer barco inglés al continente americano, sin
preguntarse por qué Dios permitió que los europeos vinieran a este nuevo mundo,
para establecerse y tomar el control de la tierra de sus habitantes naturales,
hasta el punto de una transculturación total, tanto en los países nórdicos de
América del Norte, como en las regiones Latinas de América Central y América
del Sur.
La mayoría de los izquierdistas y liberales dirán cuán
injusta fue esta invasión y cuán avanzados eran los nativos americanos,
especialmente los aztecas y los incas en las áreas norte y sur del continente;
y cuán cruel y sangrienta la aniquilación a la que fueron sometidos, hasta lograr
casi la extinción total de estos.
Sin embargo, la evidencia histórica y el estudio bíblico
muestran que este no es el caso.
La Biblia nos dice que Dios ha decretado la existencia de
naciones e imperios, y nada escapa a su poderoso control sobre ellos
(Proverbios 21: 1; Esdras 1: 1-2; Daniel 2: 3-7; 4:17; Juan 19: 10-11; Romanos
13: 1).
Fue Dios en su sabiduría infinita, quien estableció a los
aztecas e incas como gobernantes del continente, hasta que su tiempo de ver la "luz
que ilumina a todos los hombres" (Juan 1: 9) se vencio. El poder los
corrompió, y fallaron en adorar a Dios como era debido, y en lugar de llevar la
civilización a un grupo de tribus primitivas, se volvieron abusivos,
entregándose a la práctica de incesto, robo, mentira, promiscuidad sexual,
brujería, asesinato, genocidio, homosexualidad, antropofagia y satanismo. Estos
imperios devoraban carne humana como si fuera la carne de cualquier animal,
después de haberlas dedicado como sacrificio a sus ídolos y demonios.
Por esta razón, como sucedió antes en otras partes del
mundo, Dios envió a los cristianos europeos a desmantelar estos dos poderes y
evitar que devoren su tierra. Entonces Dios permitió una invasión violenta, de
diferentes potencias europeas casi al mismo tiempo, en diferentes partes del
continente, y destruyó estos imperios indios con menos violencia que la que ellos
mismos habían ejercido sobre sus vecinos antes del descubrimiento del
continente por Colón. .
La prueba de ello es el pequeño número de europeos que
destruyeron imperios enteros de millones de habitantes, como cuando Hernán
Cortés, con no más de 500 soldados, destruyó el Imperio azteca de 5 millones de
habitantes; y Francisco
Pizarro se hizo cargo del Imperio Inca de 12 millones
con 180 combatientes. Dios envió terror para confundir al enemigo y los castigó
por su satanismo, usando sus propias rivalidades en contral de ellos mismos.
Los europeos trajeron el cristianismo católico, ortodoxo
y protestante al nuevo continente, llamado desde entonces América; convirtiendo
a sus habitantes al Evangelio de Salvación, y trayendo también la civilización,
e insertando el nuevo continente en el mundo occidental para siempre.
Cuando se cumplió el tiempo nuevamente, Dios decidió
otorgar libertad a esta tierra de América, recientemente cristianizada; y los
movimientos independistas devolvieron el control a sus nacionales.
De estos episodios debemos aprender lo importante que es
permanecer fiel a Dios. Porque asi como Dios les quitó la tierra a sus dueños
primitivos debido a sus acciones malvadas, también puede quitárnosla ahora, por
las mismas razones.
Pero si mantenemos a Dios presente en nuestra vida
cotidiana, entonces, las bendiciones de Dios estarán sobre nosotros, cumpliendo
el papel principal que nuestro Creador quiere de nuestro hermoso continente tenga
en los asuntos del mundo.
“Esta sentencia es por decreto de los
vigilantes, y la orden es por decisión de los santos, con el fin de que sepan
los vivientes que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y se lo da
a quien le place, y pone sobre él al más humilde de los hombres.”
Daniel 4:17
Omar Flores.
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