Desde los tiempos del Antiguo Testamento, los creyentes
en Dios han practicado lo que conocemos como "Penitencia", que es una
demostración de tristeza y arrepentimiento por nuestros pecados, ante Dios y la
comunidad creyente que nos rodea.
En general, las personas arrepentidas solían vestirse con
ropas ásperas hechas de pelo de cabra o camello en lugar de sus ropas
cotidianas, y cubrirse de cenizas, como un signo de remordimiento y humildad
ante Dios (Mateo 11:21; Jonás 3: 5-7) . La práctica del ayuno también solía ser
parte de este proceso de mortificación; y Dios escuchaba a los que se arrepentian
de esa manera (Jonás 3:10).
Esta práctica solía reflejar nuestra incomodidad con el
pecado y que nos habiamos dado cuenta de nuestro mal y nos lamentabamos por
ello.
En la época de la Ley, este era un procedimiento normal
para demostrarle a Dios nuestro verdadero arrepentimiento, y era una parte
integral del proceso de reconciliación.
ESTOS DÍAS
Cuando llegó el tiempo de la Gracia y el Perdón a través
de la expiación de nuestro Señor Jesucristo; muchos tomaron la idea de que no era
mas necesario mostrar ninguna señal de "arrepentimiento", ya que
estamos "perdonados". Por esta razón, muchos rechazan cualquier tipo
de auto-discomfort o incluso ayuno, si estába relacionado con alguna muestra de
arrepentimiento, porque de hecho, los que asi piensan, incluso rechazan la idea
de que debemos arrepentirnos, ya que estamos totalmente perdonados, incluso por
nuestros futuros pecados.
Sin embargo, el ayuno fue practicado abiertamente por los
Apóstoles del Señor (Lucas 5: 34-35), y también por los primeros cristianos
(Hechos 13: 2), y sería muy probable que también el uso antiguo de vestirse con
sacos y cenizas.
El problema comienza en como se entiende esta práctica.
Durante el oscurantismo, cuando la gente había olvidado la
Gracia y dependía en gran medida de su propia "justicia y santidad"
para acercarse a Dios; la penitencia se convirtió en una forma de pagarle a
Dios las consecuencias de sus pecados, una manera de absorber el dolor del daño
causado. Cuantos más pecados cometia una persona, más penitencia se requería
para "pagar" nuestro mal. Y si nuestra vida no alcanzaba, se
continuaba luego en el Purgatorio. Por otro lado, si haciamos demasiado, esas
acciones se convertian en meritos que podría almacenarse en nuestro crédito
espiritual para distribuir libremente entre aquellos que no tenían ninguna o tenían
insuficiente penitencia para salvarse.
Esta idea, que persiste incluso hoy en muchas formas de
cristianismo, esta ampliamente difundida, principalmente en el mundo occidental.
EL LUGAR DE LA PENITENCIA EN EL CRISTIANISMO
La Biblia enseña que Jesús pagó por todos nuestros
pecados, tanto por las acciones cometidas, como por las consecuencias de estos.
Su sacrificio expiatorio fue perfecto y completo (Mateo 26:28; Juan 1:29; 1
Juan 2: 2).
Hablando sobre el valor de la expiación, San Pablo dijo:
“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por
nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.”
2 Corintios 5:21
En otras palabras, el Padre puso sobre Jesús todo el peso
de nuestra pecaminosidad, para que a través de su expiación, podamos liberarnos
de todo ese mal y sus consecuencias, tanto, que seriamos considerados 'Justos' delante
de Dios. .
Si las consecuencias de nuestro mal se mantuvieran sin
pagar incluso después de que se nos concediera el perdón, entonces la expiación
del Señor Jesús habría sido incompleta. Y si, como dicen algunos, no pueden
entrar cosas impuras en el Cielo, y por lo tanto necesitamos estar totalmente
'purificados' en esta vida o en la próxima, a través de algún tipo de
incomodidad expiatoria, aun despues de haber sido perdonados, entonces el
sacrificio de Jesús no nos haría 'Justos' 'delante de Dios. La expiación de
nuestros pecados sería una cooperación del esfuerzo humano con Jesus, y no solo
obra de Dios. Pero Jesús dijo:
"Qué puede dar el hombre a cambio de su
alma?"
Mateo 16:26
Ningún acto de auto-mortificación puede pagar por ningún
pecado o consecuencia de este, a Dios. Nuestra incapacidad para rescatarnos a
nosotros mismos, es lo que motivó la expiación vicaria en primer lugar. Sin
embargo, puede ayudarnos a imponer la voluntad del alma sobre la carne, y asi someternos
mejor a la voluntad de Dios.
Los cristianos de hoy practican la Penitencia, como un
acto reeducativo dispuesto por sus asesores espirituales o por su propia
voluntad, no para "ganar" el favor divino o el perdón, sino como una
medida disciplinaria para el propio mejoramiento personal ante Dios.
Por lo general, estos actos penitenciales buscan someter
los impulsos corporales a la voluntad del espíritu, como el ayuno; o en otras
ocasiones pueden reparar el daño que hemos causado a otros en esta vida, como
confesar una mentira o devolver un producto o dinero robado. Pero nunca, bajo
ninguna circunstancia, es para "expiar" la culpa de nuestros pecados
o sus consecuencias espirituales. No hay ningún valor en nuestra vida personal
para "expiar" los pecados que hemos cometido y las consecuencias
destructivas de estos. Dios lo sabía, y por eso presentó la solución en la
expiación sempiterna de Jesucristo.
"Para el hombre esto es imposible, pero
con Dios todas las cosas son posibles".
Mateo 19:26
Omar Flores.
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