COMENTARIO
El Evangelio de hoy contiene tres lecciones:
La autoridad de la Iglesia para pronunciar la absolución
de los pecados, el llamado a confiar en Dios a través de Jesús y la suficiencia
de los registros bíblicos que contienen todas las cosas necesarias para la
salvación.
SOBRE EL PERDÓN
En la tarde del Domingo que nuestro Señor resucitó, se
apareció a sus 11 discípulos y a 'otros que estaban con ellos' (Lucas 24:33), y
después de demostrarles su resurrección física, les dijo que irían a anunciar
"que el arrepentimiento por el perdón de los pecados debe ser proclamado
en su Nombre" a todas las naciones (Lucas 24:47). Después de esto, Jesús
procedió a soplar sobre ellos, no solo sobre los 11 apóstoles, sino también sobre
todos los
"otros que se quedaron con ellos" y después de decirles que
los enviará con el mismo mandato que recibió del Padre, también les dijo :
“A quienes perdonéis los pecados, éstos les
son perdonados; a quienes retengáis los pecados, éstos les son retenidos.”
Juan 20: 22-23
La Iglesia de Jesucristo en la Tierra, todos como grupo,
no solo los líderes, tienen el derecho, a través de la autoridad de Jesús, de
anunciar el perdón oficial de pecados, a todos aquellos que escuchan el
Evangelio, se arrepienten, confiesan su pecado antes Dios y la congregación, y
acepten a Jesús como su Señor y Salvador.
Del mismo modo, también tiene la autoridad
en el Nombre de Cristo, para responsabilizar a alguien y tenerlo en culpa, que
se niege a arrepentirse o se aferre a una herejía.
En la historia, esta autoridad se ha expresado
tradicionalmente a través de Absolución y Excomunión respectivamente y ha sido controlada por el Presbiterio. Sin
embargo, aunque en la práctica pueda ser así, teológicamente, es una autoridad
que Jesús le dio a toda la Iglesia, ordenada y no ordenada, para pronunciar el
perdón de los pecados, oficialmente a todos aquellos que JESÚS ya ha perdonado,
y para anunciar la culpa y retener el pecado, a todos aquellos que se niegan a
aceptar su culpa o persisten en profesar una herejía. Además, es importante
notar que el apóstol Tomás no estuvo presente en esa ocasión
(Juan 20:24).
SOBRE LA FE
La historia también menciona que el apóstol Tomás, que no
estaba allí cuando nuestro Señor apareció resucitado, se negó a creer que otros
habían visto al Señor vivo nuevamente. Ocho días después, Jesús apareció y le
concedió a Tomás el deseo de confirmar esta realidad tocando su cuerpo y heridas.
Thomas estaba abrumado y no llegó a tocar al Señor, pero
humildemente declaró:
"Mi Señor y mi Dios".
Jesús perdonó su incredulidad, pero también dijo: "BIENAVENTURADOS
LOS QUE NO VIERON Y CREYERON". (Juan 20:29).
Se registra que Thomas dice "Ὁ Κύριός μου καὶ ὁ Θεός
μου". "Señor mío, Dios mío".
Tomando este pasaje en contexto, el hecho de que Tomas estaba
hablando con Jesús, justo después que El le invitara a confirmar su fe en Él,
tocandolo; solo puede significar que la exclamación de Tomas se refería a
Jesús, y que no era una doble exclamación, llamando "Señor" a Jesús y
"Dios" al Padre; sino seria una exclamación donde Tomás reconocia el
señorío y la divinidad de Jesús al mismo tiempo.
SUFICIENCIA DE LA ESCRITURA
La última lección de la lectura tiene que ver con la
suficiencia del NT como fuente de todas las cosas necesarias para la salvación.
El autor del evangelio declara abiertamente que Jesús
hizo muchos milagros que no están escritos en este registro (Juan 20: 30-31), y
en el próximo capítulo dice que "si todos estuvieran escritos, el mundo
entero no podría sostener los libros escritos sobre ellos ”(Juan 21:25).
La palabra traducida como "hizo" proviene del
griego ποιέω, que significa "construir, manufacturar, fabricar", lo
que indica una realidad física que surge como consecuencia de una acción física
deliberada.
Esto es importante porque en ese caso, Juan se estaria refiendo
solo a las acciones, y no a las palabras de Jesus, es decir, toda enseñanza que
el Señor transmitió oralmente, fueron escritas, incluso cuando no todas sus
acciones y milagros lo fueron.
Además, el autor también dice que estos fueron escritos para
que el lector pueda "creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que
al creer puedas tener vida en su nombre". (Juan 20:31)
En otras palabras, Juan declara que cualquier cosa que
esté escrita en el libro, está ahí para confirmar nuestra creencia en Jesús
como el Mesías prometido e Hijo de Dios, lo cual seria suficiente para
salvarnos.
Ya que la salvación es la meta de toda la obra de Jesús; esta
declaración establece claramente que el libro contiene todas las cosas
necesarias para llevarnos a esta salvación que Jesús pretende para todos los
humanos. Cualquier otro requisito fuera de los escritos en los evangelios, y en
general, en los escritos apostólicos, no deben considerarse necesarios para la salvación,
y si se nos presentan de esa manera, saber que estamos ante una herejía.
Omar Flores.
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