COMENTARIO
Dos discípulos de nuestro Señor iban de Jerusalén a
Emaus, un pequeño pueblo al oeste superior de Jerusalén, hacia el mar
Mediterráneo, pero lejos de él, el domingo que había resucitado.
Es difícil identificarlos. La narración menciona el
nombre de uno de ellos, llamado Cleophas. No sabemos si este es el mismo esposo
o padre de "María de Cleofás" (Juan 19:25), y padre de Jacobo y José
(Mateo 27:56), o alguien totalmente diferente. Pero teniendo en cuenta el hecho
de que él conocía a las mujeres que habían reportado resucitado al Señor (Lucas
24: 22-23), y siendo María de Cleofás una de ellas, es difícil creer que fuese
su pariente cercano, y que estubiese alejándose solo de Jerusalén.
El nombre del otro discípulo no se menciona en
absoluto.
Nuestro Señor apareció muchas veces para confirmar a
sus discípulos en la fe durante 40 días; por consiguiente también se apareció a
estos dos para probarlos y confirmarlos en lo que les faltara. Él bloqueó su
comprensión para que no pudieran reconocerlo y les preguntó casualmente sobre
su ansiedad.
Despues de dar la bienvenida al recién llegado, le explicaron
acerca de Jesús, su crucifixión y su supuesta resurrección, segun lo reportaron
las mujeres que fueron a ungir el cuerpo del Señor, y Pedro y el otro apostol
que vieron la tumba vacía (Juan 20: 6- 10), pero expresaron tambien la rason de
sus dudas.
Le dijeron:
"Pero esperábamos que él fuera el
que redimiera a Israel"
(Juan 24:21)
Jesús, tomando control de la conversación, les dijo
"Oh, necios, y lentos de corazón para creer"; y en lugar de enojarse,
con misericordia y amor, procedió a explicarles todas las profecías que el
Antiguo Testamento tenía sobre el Mesías y cómo se habían cumplido en él.
Además, les explicó cómo estas profecías incluían la muerte que acababan de
ver, pero también que el Mesías debía volver a la vida al tercer día (Juan
24:26).
Después de confirmar su fe, Jesús también probó su
corazón.
Dado que el conocimiento mental no salva por sí
mismo, sino que debe ser seguido por una verdadera conversión y cambio de
corazón; nuestro Señor fingió continuar su camino hacia Emaus, mientras estos
dos llegaron a su destino. Pero de buena fe y gentileza de corazón, ya que el
día estaba terminando, invitaron por propia iniciativa a Jesús a quedarse a
cenar y posiblemente a pasar la noche.
Jesús asintió, y mientras bendecía el pan de la
cena, les abrió el entendimiento nuevamente, e inmediatamente lo reconocieron,
por la forma especial de bendecir el pan que Jesús siempre debe haber tenido.
Así, siendo confirmados en su fe y su rectitud de corazón, nuestro Señor
desapareció de en medio de ellos.
Por su infinita misericordia, nuestro Señor
Jesucristo sufrio con paciencia la incredulidad que se había apoderado de todos
los discípulos que se mencionan en el NT, tanto los 11 Apóstoles, como otros
con ellos. Pero el grave error de ellos fue ver solo la humanidad de Jesús, a
quien catalogaron como
"Un hombre que fue un profeta
poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo"
(Lucas 24:19)
Esperaban que nuestro Señor les diera la liberación
de los romanos y estableciera un reino terrenal como en los tiempos de David y
Salomón. Esperaban compartir su gloria real con posiciones de poder sobre el
nuevo reino, pero nada de eso sucedió.
La redención que este Rey les había traído fue mucho
más sublime que un reino terrenal, y debido a que afectó a todo el universo y
tanto al mundo espiritual como al material, y no pudiendo ver un reino mundano,
desacreditaron todas las declaraciones anteriores de Jesus, y le tomaron como
un fracaso total.
De la misma manera, hoy muchos de nosotros no
creemos a Dios. La incredulidad viene a nosotros, cuando no vemos a Dios
actuando como esperaríamos que Él actúe.
Una oración sin respuesta, una enfermedad que no
desaparece, problemas financieros, profesionales o familiares, etc. algunas
veces le pedimos ayuda a Dios, pero no sucede de la manera que esperabamos, y
muy pronto nos encontramos dudando de Dios, de Jesús y del Espíritu Santo.
Debemos entender que además de toda la misericordia
y el amor que Dios tiene por nosotros, Él sigue siendo DIOS y totalmente
soberano.
Todo lo que le pedimos o esperamos recibir, está
sujeto a su aprobación, y al ser infinitamente bueno y sabio, siempre elige lo
mejor para nosotros. Y lo mejor para nosotros, va más allá de las necesidades
materiales que podamos tener. Incluye la salvación y santificación de nosotros
mismos, en cuerpo y espíritu. Y debemos confiar en Él.
Algo que nos mantenga firmes en el camino, una
enfermedad que nos mantiene en oracion y meditando en la Escrituras, un trabajo
que no conseguimos por salvarnos de un peligro mayor; etc. Todo tiene un motivo
en la mente eterna de Dios, y si no recibimos lo que pedimos como queremos, no
es porque Él no nos ame, sino porque no es bueno para nosotros en ese momento.
Y eso es aparte de todos aquellos que oran en
desconfían de Dios o piden cosas malas. Su falta de fe y maldad de corazon no
les conseguiran nada de El.
Aprendamos de este ejemplo de la Escritura y seamos
firmes y determinados en nuestra fe, imitando a los hombres santos de antaño,
en su fe y santidad posteriores y no en su incredulidad inicial. Aprendamos que
vinimos a Dios en arrepentimiento y fe para vida eterna y no para obtener
ganancias materiales de ningun tipo.
Dios nos ha prometido cosas mucho mejores que
cualquier otra cosa que podamos obtener en esta vida, a pesar de que también
nos bendice en este mundo; pero como verdaderos ciudadanos del reino celestial,
mantengamos nuestros ojos en esas cosas que permanecen para siempre y no en
esta vida, donde todo finalmente termina.
"Mirando a Jesús, el fundador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que se puso ante él soportó la
cruz, despreciando la vergüenza, y está sentado a la diestra del trono de
Dios".
Hebreos 12: 2
Omar Flores.
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