LOS DISCIPULOS DE EMAUS - LUCAS 24:13-35


COMENTARIO

Dos discípulos de nuestro Señor iban de Jerusalén a Emaus, un pequeño pueblo al oeste superior de Jerusalén, hacia el mar Mediterráneo, pero lejos de él, el domingo que había resucitado.

Es difícil identificarlos. La narración menciona el nombre de uno de ellos, llamado Cleophas. No sabemos si este es el mismo esposo o padre de "María de Cleofás" (Juan 19:25), y padre de Jacobo y José (Mateo 27:56), o alguien totalmente diferente. Pero teniendo en cuenta el hecho de que él conocía a las mujeres que habían reportado resucitado al Señor (Lucas 24: 22-23), y siendo María de Cleofás una de ellas, es difícil creer que fuese su pariente cercano, y que estubiese alejándose solo de Jerusalén.

El nombre del otro discípulo no se menciona en absoluto.

Nuestro Señor apareció muchas veces para confirmar a sus discípulos en la fe durante 40 días; por consiguiente también se apareció a estos dos para probarlos y confirmarlos en lo que les faltara. Él bloqueó su comprensión para que no pudieran reconocerlo y les preguntó casualmente sobre su ansiedad.

Despues de dar la bienvenida al recién llegado, le explicaron acerca de Jesús, su crucifixión y su supuesta resurrección, segun lo reportaron las mujeres que fueron a ungir el cuerpo del Señor, y Pedro y el otro apostol que vieron la tumba vacía (Juan 20: 6- 10), pero expresaron tambien la rason de sus dudas.

Le dijeron:

"Pero esperábamos que él fuera el que redimiera a Israel"
(Juan 24:21)

Jesús, tomando control de la conversación, les dijo "Oh, necios, y lentos de corazón para creer"; y en lugar de enojarse, con misericordia y amor, procedió a explicarles todas las profecías que el Antiguo Testamento tenía sobre el Mesías y cómo se habían cumplido en él. Además, les explicó cómo estas profecías incluían la muerte que acababan de ver, pero también que el Mesías debía volver a la vida al tercer día (Juan 24:26).

Después de confirmar su fe, Jesús también probó su corazón.

Dado que el conocimiento mental no salva por sí mismo, sino que debe ser seguido por una verdadera conversión y cambio de corazón; nuestro Señor fingió continuar su camino hacia Emaus, mientras estos dos llegaron a su destino. Pero de buena fe y gentileza de corazón, ya que el día estaba terminando, invitaron por propia iniciativa a Jesús a quedarse a cenar y posiblemente a pasar la noche.

Jesús asintió, y mientras bendecía el pan de la cena, les abrió el entendimiento nuevamente, e inmediatamente lo reconocieron, por la forma especial de bendecir el pan que Jesús siempre debe haber tenido. Así, siendo confirmados en su fe y su rectitud de corazón, nuestro Señor desapareció de en medio de ellos.

Por su infinita misericordia, nuestro Señor Jesucristo sufrio con paciencia la incredulidad que se había apoderado de todos los discípulos que se mencionan en el NT, tanto los 11 Apóstoles, como otros con ellos. Pero el grave error de ellos fue ver solo la humanidad de Jesús, a quien catalogaron como

"Un hombre que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo"
(Lucas 24:19)

Esperaban que nuestro Señor les diera la liberación de los romanos y estableciera un reino terrenal como en los tiempos de David y Salomón. Esperaban compartir su gloria real con posiciones de poder sobre el nuevo reino, pero nada de eso sucedió.

La redención que este Rey les había traído fue mucho más sublime que un reino terrenal, y debido a que afectó a todo el universo y tanto al mundo espiritual como al material, y no pudiendo ver un reino mundano, desacreditaron todas las declaraciones anteriores de Jesus, y le tomaron como un fracaso total.

De la misma manera, hoy muchos de nosotros no creemos a Dios. La incredulidad viene a nosotros, cuando no vemos a Dios actuando como esperaríamos que Él actúe.

Una oración sin respuesta, una enfermedad que no desaparece, problemas financieros, profesionales o familiares, etc. algunas veces le pedimos ayuda a Dios, pero no sucede de la manera que esperabamos, y muy pronto nos encontramos dudando de Dios, de Jesús y del Espíritu Santo.

Debemos entender que además de toda la misericordia y el amor que Dios tiene por nosotros, Él sigue siendo DIOS y totalmente soberano.

Todo lo que le pedimos o esperamos recibir, está sujeto a su aprobación, y al ser infinitamente bueno y sabio, siempre elige lo mejor para nosotros. Y lo mejor para nosotros, va más allá de las necesidades materiales que podamos tener. Incluye la salvación y santificación de nosotros mismos, en cuerpo y espíritu. Y debemos confiar en Él.

Algo que nos mantenga firmes en el camino, una enfermedad que nos mantiene en oracion y meditando en la Escrituras, un trabajo que no conseguimos por salvarnos de un peligro mayor; etc. Todo tiene un motivo en la mente eterna de Dios, y si no recibimos lo que pedimos como queremos, no es porque Él no nos ame, sino porque no es bueno para nosotros en ese momento.

Y eso es aparte de todos aquellos que oran en desconfían de Dios o piden cosas malas. Su falta de fe y maldad de corazon no les conseguiran nada de El.

Aprendamos de este ejemplo de la Escritura y seamos firmes y determinados en nuestra fe, imitando a los hombres santos de antaño, en su fe y santidad posteriores y no en su incredulidad inicial. Aprendamos que vinimos a Dios en arrepentimiento y fe para vida eterna y no para obtener ganancias materiales de ningun tipo.

Dios nos ha prometido cosas mucho mejores que cualquier otra cosa que podamos obtener en esta vida, a pesar de que también nos bendice en este mundo; pero como verdaderos ciudadanos del reino celestial, mantengamos nuestros ojos en esas cosas que permanecen para siempre y no en esta vida, donde todo finalmente termina.

"Mirando a Jesús, el fundador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que se puso ante él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y está sentado a la diestra del trono de Dios".
Hebreos 12: 2

Omar Flores.

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