DESDE LA INFANCIA CONOCES LAS SAGRADAS ESCRITURAS


EL EVENTO

En una ocasión, fui a una tienda de teléfonos para ver diferentes paquetes de Internet, y en compañía de mi madre, dos atractivas chicas jóvenes vinieron a servirnos. Estaban en sus 20 años; una era rubia de Macedonia; y la otra tenía un tipo exquisito del sur de la India, morena, de nacionalidad Telugu.

Después de que terminamos nuestro negocio, les pregunté si eran cristianas. La rubia macedonia me dijo que era musulmana, y la bella india dijo que era hindú. A esto, mi madre, como siempre, les habló brevemente sobre el Señor Jesús, y de manera amistosa les dijo que Jesús era un buen amigo, y que siempre estaria allí para ayudarlas si lo llamaban con fe, y las invitó a pronunciar el Nombre de: "Jesús". Para mi sorpresa, dieron un paso atrás, la morena se negó con la cabeza y la chica rubia dijo abiertamente "NO". Parecía que tenían miedo de pronunciar el Santo Nombre de Jesús de esa manera, con la devoción y reverencia que mi madre les estaba hablando.

No insistimos y nos retiramos al rato, pero estoy planeando volver a predicarles, especialmente a la chica hindú. Pensé lo triste que sería que estas dos hermosas chicas se condenaran eternamente.

POR QUÉ PASÓ ESTO

¿POR QUÉ ESTAS CHICAS se negaron de una manera tan rotunda a pronunciar el Nombre de nuestro Señor Jesús de Nazaret?

El Islam es una religión muy radical, casi tan dura como el verdadero cristianismo; y el hinduismo es una de las religiones más antiguas del mundo. Ambas sabían esto, y estaban muy orgullosas de su herencia, y habiendo sido nacidas y educadas dentro de estas religiones, las dos chicas eran tercas y obviamente asumieron que pronunciar el Nombre de Jesús de esa manera, con la evidente devoción que mi madre estaba haciendolo, implicaría darle honor divino y, por tanto, pecar contra sus propias creencias, las cuales conceden a nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios, el papel de un simple profeta o guru.

En su segunda carta a Timoteo, el apóstol Pablo le dice a su receptor más joven:

"Desde la infancia has conocido las Sagradas Escrituras, que pueden hacerte sabio para la salvación a través de la fe en Cristo Jesús".

2 Timoteo 3:15

Estas palabras son parte de un estímulo mayor que Pablo le escribió a Timoteo, recordándole que permanezca fiel a las cosas que había visto en la conducta y las enseñanzas de Pablo, y lo que había aprendido desde los primeros años de las Escrituras (Antiguo Testamento, y probablemente algunos de las nuevos escritos apostólicos), diciéndole que en las Escrituras puedes encontrar todo para hacerte 'sabio para la salvación, bueno para reprobar, corregir, enseñar en justicia y estar completamente equipado para toda buena obra' (2 Timoteo 3: 15-17 )

Paul eligió a Timoteo, entre otros, debido a su fuerte fe y la recomendación de las iglesias de Lystra e Iconium, que lo conocian desde la infancia, ya que Timoteo fue educado en el Judaísmo y luego en el Cristianismo desde temprana edad junto con su madre y abuela (Hechos 1: 5; 16: 1-3), hasta el punto de confiar a Timoteo la implementación de toda la iglesia de Éfeso  (1 Timoteo 1: 3).

NUESTRO DEBER CON DIOS

Aunque el cristianismo es una religión de fe y convicción personal, y esperamos una decisión individual antes de bautizar a alguien; esto no impide que el hijo de una pareja creyente pueda ser educado en la fe con la misma convicción que tenemos los adultos.

Timoteo tenía una fe tan fuerte en nuestro Señor Jesús, porque su madre y su abuela lo educaron diligentemente dentro de la fe judía y luego cristiana desde que podía recordar. Aunque no fue bautizado hasta que hubiera podido pedirlo personalmente, tenía una fe salvífica desde mucho antes, desde el momento en que se entregó inconscientemente a Dios y a Jesús, incluso de manera imperfecta, muy probablemente desde los 5 o 6 años de edad. .

A veces, los cristianos modernos cometemos el error de ser tan "maduros" en la fe, que evitamos adoctrinar a nuestros hijos en la fe cristiana, pensando que ya mayores tomarán una decisión personal. O si lo hacemos, posponemos el bautismo a una edad mucho más tardía, minimo hasta la pubertad, o hasta que puedan recitar la confesión de fe de la Iglesia y tener un conocimiento teológico básico. Pero todo esto está mal.

Cuando Jesús habló de niños pequeños que vinieron a Él, probablemente todos antes de la pubertad y niños pequeños, dijo las palabras "pequeños que creen en mí" (Mateo 18: 6), refiriéndose a su corta edad. Si estos niños pequeños "creyeron" en Jesús, y su fe fue aceptada por nuestro Señor como salvífica según el contexto, entonces se supone que, al igual que el eunuco etíope de Hechos 8 (Hechos 8: 35-39), ningun conocimiento teológico se exigió a ninguno de ellos para ser considerados creyentes y, por lo tanto, ser considerados dignos del bautismo, aparte de aceptar que Jesús fue quien dijo que era y el Salvador de sus almas. Cualquier conocimiento adicional seria parte de un posterior discipulado.

Pero otra cosa igualmente importante es la calidad de convicción infundida en estos jóvenes creyentes. Desde que conocieron a Dios a temprana edad, cuando el alma no está intoxicada por la duda ni la incredulidad, se hicieron más fuertes que muchos conversos adultos, los cuales a veces eran tentados por los recuerdos de viejos placeres y las dudas de filosofías extrañas.

Estos jóvenes cristianos se hicieron fuertes y valientes, y un ejemplo para muchos, como el viejo Policarpo que dijo a su juez romano:

“Durante ochenta y seis años le he servido (a Jesús), y El nunca me ha hecho daño. ¿Cómo puedo blasfemar a mi Rey y Salvador?

Policarpo, Martirio de Policarpo - Siglo II (Historia Eclesiástica - Eusebio de Cesarea - Siglo IV).

Al igual que estas dos chicas vendedoras que temen a Jesús (1 Corintios 12: 3), nuestros hijos deben ser educados en la fe desde el nacimiento y tratados como cualquier otro cristiano. Deben ser dedicados a la Santísima Trinidad desde el nacimiento por sus padres y ser bautizados tan pronto como puedan expresar su fe en Jesús como Dios y Salvador, incluso si no saben nada más. Toda educación religiosa adicional vendrá a medida que crezcan en la fe y maduren.

Nuestros hijos son el reflejo de nosotros mismos y la continuacion de la Iglesia; la nueva ola de testigos de Jesucristo para el mundo, y tenemos la sagrada obligación de educarlos en la fe cristiana en palabra y ejemplo. Se lo debemos a DIOS, y un día daremos cuenta de ello, y eso también incluye la necesidad de procrear. Por esta razón, Paul dijo que "las mujeres se salvarán a sí mismas al tener hijos", hablando del sagrado deber de la maternidad; la puerta a través de la cual las almas entran al mundo y nacen los siervos de Dios (1 Timoteo 2:15). Dios no nos dio el poder de procrear para interrumpir el proceso de procreacion, sino de hacer lo que se suponía que debíamos hacer, y eso es procrear si estamos casamos. Es un deber, no una opción.

Los discípulos se forman de diferentes maneras, y todos por el poder del Espíritu Santo. Pero de estos, aquellos que son bendecidos con haber nacido en una familia cristiana, tienen la posibilidad de ser los más fuertes entre todos, si se educan adecuadamente en la fe de Jesús.

Omar Flores.

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