En el cristianismo, toda vida es sagrada y, por lo
tanto, toda eliminacion de vida es indeseable. Los humanos, por naturaleza, no
tienen derecho a quitar algo que no les pertenece, y eso incluye la vida,
incluso la vida animal
(Génesis 1: 24-26; 2: 7; Job 33: 4; 1 Timoteo 6:13).
Solo Dios, quien ha dado vida a toda criatura
viviente, sea ángelical, humana o animal, tiene el derecho de quitárla
(Deuteronomio 32:39). De hecho, jamas fue la intencion original de Dios cuando
creo la tierra, que ninguna criatura comiera carne viva, sino que comiera
plantas (Génesis 1: 29-30).
Sin embargo, cuando la humanidad cayó en pecado,
esto causó que el sacrificio expiatorio con la sangre de animales entrara al
mundo para el perdón de los pecados, que finalmente culminó en el sacrificio
del Señor Jesús en la Cruz (Génesis 3:21; 4: 4). Y también que la carne animal
fuera dada a los humanos como alimento, para poder sobrevivir en grandes
numeros en un planeta maldito (Génesis 3: 17-19; 9: 1-6).
Pero una cosa que Dios no permitió, fue el consumo
de sangre como alimento.
Ya que Dios es el autor de la vida, y esta vida se
mantiene en todos los organismos terrenales a través del torrente sanguíneo;
Dios permitió que los humanos comieran carne animal, pero sin tocar la sangre
que sostenía ese cuerpo, sino derramarla en el suelo en reverente
reconocimiento de que la vida pertenecía solo a Dios. Esta sangre también se
ofreció a Dios en sacrificio de animales por la misma razón, ya que esta sangre
animal era ofrecida a Dios en nombre de la sangre (vida) del penitente
(Levítico 17:11; Hebreos 9:22).
Bajo esta idea, los cristianos podemos tomar la vida
animal como alimento, ya que precisamos una cierta cantidad de proteínas en
nuestros cuerpos para una existencia saludable. A pesar de que existen
productos vegetales como la soya y los frijoles con un alto contenido de
proteínas, su cultivo require de grandes plantaciones y cuidado, por la misma
cantidad de proteína obtenida de origen animal, presente en huevos, leche y
principalmente carne, por mucho menor costo, espacio y labor; y que constituye
todas las áreas sólidas de nuestro cuerpos y funcionamiento cerebral.
Por esta razon, como siervos del Dios Altísimo del
Universo, a pesar de que la Escritura no ordena una forma específica de matar
animales para comer, los cristianos deben aplicar principios bíblicos comunes
como el reconocimiento de la soberanía de Dios sobre toda vida, la prohibición
del consumo de sangre y la misericordia a todas las criaturas vivientes en
general, y tomar la vida animal de una manera reverenda y apropiada, y no de la
manera salvaje que hacen los paganos, con total desprecio por una vida que no
les pertence.
EL METODO
Cuando tomamos vida animal, hay ciertas reglas
comunes que debemos seguir:
1 - Consciente de que el animal pertenece a Dios,
debemos orar a Dios pidiéndole permiso para matar, y esta matanza solo se puede
hacer con fines de alimentación, nunca por deporte o diversión (Génesis 9: 3;
Levítico 24:21; Proverbios 12 : 10).
2 - Después de haber dedicado la matanza a Dios, si
el animal es de sangre caliente, debe ser atado y cortada la garganta, lo
suficiente como para dejar que la sangre fluya libremente y dejar que el animal
muera por la pérdida de sangre. Nunca debe ser traspasado con un objeto punzante
o decapitado, quemado vivo o muerto de cualquier otra manera que cause dolor
innecesario.
Si se trata de un animal marino, debe sacarsele
completamente del agua y no ser abierto hasta que haya muerto.
3 - Después de que el animal ha perdido toda o la
mayor parte de su sangre, la sangre debe ser arrojada a la tierra (Deuteronomio
12:16), y luego el cuerpo es libre de ser cortado al deseo.
BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA, LA SANGRE DEBE SER
CONSUMIDA CONSCIENTEMENTE, O EL ANIMAL SER EXPUESTO AL FUEGO, AGUA CALIENTE O SER
CORTADO MIENTRAS ESTÁ VIVO, LO CUAL CONSTITUYE UN PECADO CONTRA DIOS (Génesis
9: 4; Hechos 15:20; Salmo 50:10; 145: 9; Deuteronomio 22: 6-7; Jonás 4:11; Job
38:41; 1 Timoteo 4: 4).
La Escritura dice claramente:
“Porque cada bestia del bosque es mía, y
el ganado en mil colinas”.
Salmo 50:10
Actuemos en consecuencia, reconociendo que la vida
animal que tomamos pertenece a Dios que la dio, y no a nosotros. Y
sacrifiquemos al animal con el respeto y la misericordia que merece, sabiendo
que es una concesión hecha a nosotros, para sobrevivir y no la intención
original de Dios cuando creó el mundo.
Omar Flores.
Comments
Post a Comment