DIFERENCIAS
Y DIFERENCIAS
Nuestra salvación depende únicamente de nuestra fe en
JESÚS DE NAZARET, nuestro Redentor, el Hijo de Dios.
(Hechos 16:31; Efesios 2: 8).
Pero esta fe, se entiende que debe ser obediente, es
decir, que debe ser seguida por un deseo y compromiso de vivir bajo la voluntad
de nuestro Salvador (Jn 14:23; 15: 9-10), bajo peligro de caer de la Gracia si no
lo hacemos. (Mt 7:21, 26-27; Jn 15: 4-6).
Sin embargo, es solo nuestra fe en Jesús lo que
finalmente nos salva, porque ningún ser humano llega al final de su vida y listo
para pasar un juicio divino y ser hayado perfecto y totalmente obediente,
siempre fiel a Dios. Todos somos pecadores. (Hech 7:59; Ro 10: 6-9).
Todo cristiano, independientemente de cómo haya vivido, sea
en santidad o pecaminosidad, siempre debe arrepentirse en el último minuto de
su vida, pidiendo perdón a Jesús por todos sus pecados. (Jn 6,37; Heb 4:16; 1
Jn 1: 9). Esa es la única forma en que podemos alcanzar la salvación; a través
del perdón, debido a nuestra fe viva en Jesús, y no con la esperanza de ser
hallados "sin pecado" en el Día del Juicio, debido a nuestro propio
esfuerzo y mérito.
Este es el fundamento del cristianismo (Mt 16,18), por lo
tanto, las comunidades cristianas hoy coexisten entre sí, a pesar de las
diferencias que puedan tener en costumbres, tradiciones, puntos de vista
teológicos y éticos.
No podemos cambiar eso. Todo ser humano que invoca el
Santo Nombre de Jesús tiene el derecho de reclamar ser finalmente juzgado por
el mismo JESÚS, sobre cualquier otro tribunal humano (Mc 9: 39-40). Aunque no
tengamos una comunión directa con ellos, es nuestro deber tratarlos con el amor
y el respeto que merecen.
La razón por la que tenemos comunión con algunos grupos y
no con otros, depende de las consecuencias de las ideas que profesamos.
Algunos cristianos tienen opiniones diferentes sobre el
Rapto o el reinado milenario de Jesús a su regreso; otros, si podemos beber
alcohol o no en la Cena del Señor. Las consecuencias de estas ideas no cambian
la ética y la moral de nuestras comunidades. Aunque estemos personalmente
convencidos de una u otra teoría, al final esto solo nos afectará por un
tiempo, y pronto todos nos adaptaremos a las verdaderas circunstancias, tanto
si nos perdimos del Rapto o no.
Lo mismo con el alcohol. La esencia de la Eucaristía
sobrevive ya sea que usemos vino o jugo de uva, y todos estamos de acuerdo en
que la embriaguez es un pecado.
Hay otro nivel de diferencias doctrinales que afectan
toda nuestra visión del Evangelio. Ejemplos de eso es el bautismo infantil o el
ordenar mujeres al ministerio.
Los que consideren esencial tener fe personal antes del
bautismo deberán rechazar el bautismo infantil como válido; y los que creen que
las mujeres no están llamadas a ser Ancianos de la Iglesia se negarán a
reconocer su ordenación como tales.
Esta etapa de diferencias comienza a crear una brecha,
sin embargo, no lo suficientemente profunda como para cortar todos los lazos,
porque creemos que si esos niños crecen en un conocimiento personal de Jesús,
se convertirán en verdaderos cristianos y, con suerte, se bautizarán como
adultos. Lo mismo con las ministras. Incluso si pensamos que Dios no las ve
como Ancianos, nadie puede impeder que un
cristiano, hombre o mujer, testifique y predique el Evangelio de Jesús, y
finalmente, en caso de que no haya hombres a la altura del trabajo, una mujer
puede ocupar el liderazgo de una comunidad, pero nunca como Anciano, hasta que
se encuentre un hombre para ese trabajo. Estas condiciones se soportan, pero
nunca se aceptan como verdaderas, y ninguno de estos grupos deja de ser
cristiano por respaldar estos comportamientos.
Lamentablemente, existe un tercer nivel de diferencias
que provocan total discordia entre las comunidades cristianas, hasta el punto que
se rechanzan entre sí como apóstatas y sectarios, perdiendo toda esperanza de
una eventual union.
Aquellos que aceptan la homosexualidad, los matrimonios
plurales u oraciones a los muertos y otras doctrinas que, si están equivocadas,
afectarian nuestra relacion con Dios.
Homosexualidad y Poligamia, en el hipotético caso de que
fueran correctas, serían inofensivas; pero en caso de que fueran erradas, implicarian
una distorsión de la humanidad, mala conducta sexual grave y pérdida de la
salvación si no hay arrepentimiento.
Por esta razon, este nivel de diferencias, no pueden
dejarse en incertidumbre ni en discusiones. La gravedad del problema exige una
posición firme lo antes posible. En esta categoría también caen ideas que
niegan doctrinas básicas del cristianismo, como la divinidad de Jesús, la
personalidad del Espíritu Santo, la resurrección física de Jesús, la concepción
virginal del Señor, etc.
Incluso si estos temas son discutidos por teólogos, solo
pueden discutirse para una mayor comprensión de los efectos y causas, pero no
la naturaleza de estas ideas. Estos temas exigen una firme decisión dogmática.
Aquellos que niegan la divinidad de Jesús, y aquellos que la aceptan, pueden
discutir el tema, pero nunca poniendo en duda sus convicciones como algo
"discutible". Y lo mismo podemos decir de la homosexualidad, o la
oración a los muertos, como forma de espiritismo u ocultismo.
SIN EMBARGO, aun asi, si eso nace de su fe original en
Jesús como el Mesías e Hijo de Dios, tienen el derecho de esperar el juicio del
Señor mismo, en lugar del de nosotros.
NUESTRA actitud con grupos como estos, como la Sociedad
Watchtower (arrianos), la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días (henoteísta y politeísta), Unitarios (arrianos), Adventistas del Septimo
Dia (judaizantes) o Pentecostales Unidos (sabelianos-modallistas) y otros; debe
ser una distancia prudencial, declarando abiertamente lo que identificamos como
faltas graves que afectarian nuestra interrelación con Dios, de entre sus
ideas.
Sin embargo, en todo momento, debemos permanecer
conscientes de que esas faltas no son intencionales. Sus errores no son
producto de un malvado deseo de destruir el cristianismo, sino que vienen de una
mala comprensión de la revelación de nuestro Señor Jesucristo, y profesan estos
errores, pensando equivocada de hacen su
voluntad.
Solo nuestro Señor Jesús puede juzgarlos, y luego condenarlos
o salvarlos, si es que realmente lo aman y están dispuestos a someterse a Su
voluntad.
Él dijo,
"Quienquiera que venga a mí, nunca lo
alejaré"
Juan 6:37
Omar Flores.
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