EL
PERDÓN DE DIOS
La Biblia enseña que "sin derramamiento de sangre no
hay perdón", hablando de la necesidad de ofrecer la sangre de Jesús para
el perdón de los pecados (Hebreos 9:22).
También se dice que esta necesidad de expiación por la
pecaminosidad y la imperfección nace de la perfección suprema de la divinidad,
que no puede ser comprometida o modificada para aceptar ninguna variante que no
sea pura perfección y santidad (1Pedro 1: 15-16), que exige necesariamente pago
por los pecados, así como recompensa por la virtud.
Teniendo en cuenta estas dos cosas, surge la idea de que
Dios nunca realmente "nos perdonó", sino que solo nos absolvió
judicialmente en virtud del pago recibido de Jesús en nuestro nombre.
Si esto es correcto, eso altera toda nuestra concepción
de Dios, de ser un Padre amoroso y misericordioso, a ser un Juez Supremo
estricto que no puede o se niega a perdonar, ya que el perdón real es dado a
cambio de nada, de lo contrario no es 'perdón', sino retribución, lejos de
cualquier motivación amorosa.
Pero lo que olvidamos de considerar, es que aunque Dios
está obligado a actuar de esta manera por su propia naturaleza perfecta, y
verdaderamente no puede perdonar libremente a nadie; fue tambien Él, el que decidió
proporcionar una expiación para lograr esa absolución.
Cuando la pecaminosidad y su consecuente imperfección,
entraron en la vida humana, nos separamos de Dios y fuimos destinados a la
destrucción total. El trato se cerró (Génesis 2:17).
Dios pudo habernos destruido entonces, pero por amor,
decidió no hacerlo, ni reemplazarnos, sino rescatarnos.
Sin tener la necesidad de hacerlo, el Dios del Universo,
diseñó el Plan de Salvación. Él tomó la naturaleza humana, para representar
verdaderamente nuestra unica forma de vida, y estando en total santidad, se
ofreció a Su propia Justicia, para proporcionar una salida a su propia trampa.
El perdón de Dios no está en el mecanismo inmediato de la
expiación, sino en la concepción e implementación inicial de la misma.
Dios nos amó y decidió salvarnos sin tener que hacerlo.
Fue un acto de amor totalmente inmerecido y gratuito,
nacido del deseo de perdonar a la humanidad.
Si Dios pudiera habernos perdonado sin la muerte de
Jesús, lo habría hecho (Mateo 26:39), pero no fue posible. La retribución es un
principio eterno e inmutable que existe dentro de la naturaleza Divina. Pero el
deseo de implementar un rescate de este principio eterno, nació totalmente del
amor de Dios por nosotros, y su deseo de absolvernos de toda culpa.
El costo fue grande, y Él mismo lo diseñó y lo
implementó; cuando no tenía que hacerlo.
Omar Flores.
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