ENTRADA TRIUNFAL A JERUSALEM
1 Cuando se acercaron
a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús entonces
envió a dos discípulos, 2 diciéndoles:
“Id a la aldea que
está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino
con ella; desatadla y traédmelos.
3 Y si alguien os
dice algo, decid: ``El Señor los necesita; y enseguida los enviará.”
4 Esto sucedió para
que se cumpliera lo dicho por medio del profeta, cuando dijo:
5 DECID A LA HIJA DE
SION:
``MIRA, TU REY VIENE
A TI, HUMILDE Y MONTADO EN UN ASNA,
Y EN UN POLLINO, HIJO
DE BESTIA DE CARGA.”
6 Entonces fueron los
discípulos e hicieron tal como Jesús les había mandado, 7 y trajeron el asna y
el pollino; pusieron sobre ellos sus mantos, y Jesús se sentó encima.
8 La mayoría de la
multitud tendió sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles y
las tendían por el camino.
9 Y las multitudes
que iban delante de El, y las que iban detrás, gritaban, diciendo:
Hosanna al Hijo de
David! BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! Hosanna en las alturas!
10 Cuando El entró en
Jerusalén, toda la ciudad se agitó, y decían: ¿Quién es éste?
11 Y las multitudes
contestaban: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
MATEO 21:1-11
La narración de la
última entrada del Señor Jesús a la ciudad capital de Jerusalén cuenta como uno
de los eventos con más trasfondo histórico que muchos otros eventos menores.
Se narra de manera
muy similar en los cuatro evangelios canónicos, y una entrada ruidosa con
participación de la mayoría de la población local no podría inventarse ni
tratarse como una fábula.
Jesús, no mucho
antes, había resucitado a Lázaro de entre los muertos (Juan 11), y lo hizo en
público. Muchos lo vieron y su fama adquirió límites que antes no se esperaban.
Esta vez, no hubo sólo un leproso siendo curado, o un ciego devuelto la vista;
o cualquier tipo de milagro que en la irreverencia de los incrédulos, pudiera
ser puesto en duda o atribuido a la magia (Mateo 12:27). El autoproclamado
Mesías acababa de resucitar a un difunto en estado de descomposición (Juan
11:39), indudablemente muerto, y esto hizo que toda la población de Judá
finalmente llegara a aceptar a Jesús como el Mesías prometido.
Jesús sabía lo que
iba a pasar esta vez. Su propio arresto y crucifixión (Mateo 20: 17-19), pero
sin embargo, fue allí para cumplir su misión en la Tierra, el sacrificio
expiatorio.
Consiguió que dos de
sus discípulos le consiguieran una burra y su pollino para entrar en Jerusalén.
Esto le fue prestado al Señor Jesús por un discípulo suyo, a quien el evangelio
no menciona por nombre (Mateo 21: 3), y fue una de las profecías mesiánicas que
Jesús cumplió durante su vida, citada aquí gratuitamente de Zacarías 9: 9. .
La profecía se
cumplió, nuestro Señor Jesús entró en la Ciudad Santa, manso como siempre,
sentándose en el pollino, mientras la madre del animal joven los seguía (Marcos
11: 7; Lucas 19:35).
La gente de Jerusalén
vino llena de gozo para recibir a Jesús como su Mesías. Gritaron: “Hosanna, que
en hebreo antiguo significa 'Sálvanos', Hijo de David, bendiciendolo como el Enviado de Dios a Israel, y alabando a
Dios YHWH en las alturas.
Probablemente
esperaban que el Mesías viniera como un conquistador, montado en un caballo
blanco, en gloria y llevado por un ejército; pero entró humildemente, sentado
sobre un pollino, sin armas y escoltado por algunos de sus seguidores más
cercanos, todos gente pacífica.
Sin embargo, estas
personas esperaban un líder político y una liberación del poder romano, pero
Jesús vino a rescatar corazones de la perdición, almas perdidas para la
salvación.
Muchas de estas
mismas multitudes, una semana después, estaban aplaudiendo la crucifixión de
nuestro Señor, porque no se ajustaba a sus expectativas mundanas.
Omar Flores.
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