LA INSTITUCION DE LA EUCARISTIA Y EL LAVADO DE LOS PIES
LA CENA DEL SEÑOR – MATEO 26:26-29
26 Mientras comían, Jesús
tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos,
dijo:
TOMAD, COMED; ESTO ES
MI CUERPO.
27 Y tomando una
copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: BEBED TODOS DE ELLA; 28
PORQUE ESTO ES MI SANGRE DEL NUEVO PACTO, QUE ES DERRAMADA POR MUCHOS PARA EL
PERDÓN DE LOS PECADOS.
29 Y os digo que
desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo
beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
EL LAVADO DE LOS
PIES – JUAN 13:3-17
3 Jesús, sabiendo que
el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que de Dios había salido
y a Dios volvía, 4 se levantó de la cena y se quitó su manto, y tomando una
toalla, se la ciñó.
5 Luego echó agua en
una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la
toalla que tenía ceñida.
6 Entonces llegó a
Simón Pedro. Este le dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies? 7 Jesús respondió,
y le dijo: Ahora tú no comprendes lo que yo hago, pero lo entenderás después. 8
Pedro le contestó: ¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le respondió: Si no te
lavo, no tienes parte conmigo. 9 Simón Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo
los pies, sino también las manos y la cabeza.
10 Jesús le dijo: El
que se ha bañado no necesita lavarse, excepto los pies, pues está todo limpio;
y vosotros estáis limpios, pero no todos.
11 Porque sabía quién
le iba a entregar; por eso dijo: No todos estáis limpios.
12 Entonces, cuando
acabó de lavarles los pies, tomó su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les
dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
13 Vosotros me
llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor
y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros. 15 Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis.
16 En verdad, en
verdad os digo: un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que
el que lo envió. 17 Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis.
COMENTARIO
ACERCA DE LA
CENA DEL SEÑOR
En su última celebración
terrenal de la Pascua, Jesús quiso expresar la grandeza de su amor por sus
discípulos y por todos los que lo amaban y lo seguían (Lucas 22:15; Juan 13:
1), por lo que realizó una variante del ritual de la Pascua, e instituyó la
celebración de la Eucaristía o Última Cena, como un memorial permanente de su
muerte venidera y ofrenda expiatoria por nosotros.
Jesús aún no había
muerto, pero tomó el pan y el vino para representar su propio cuerpo y sangre
que dio en rescate por la humanidad.
Esta es la más
sagrada de las Ordenanzas de nuestro Señor, porque representa el misterio de
toda su vida, resumido y consumado en el mayor acto de amor jamás visto en el
universo. La entrega voluntaria de la vida de un inocente por la salvación de
toda la humanidad culpable, sin tener que hacerlo. Pero lo hizo porque nos amó
hasta el final.
Cada vez que tomamos
de esos elementos consagrados, nos hacemos receptores de su sacrificio,
espiritualmente. Nos unimos al cuerpo y la sangre del Señor Jesús (Mateo 26:26,
28), representados en el pan y el vino, y no solo a través de los elementos,
sino a través de toda la ceremonia, y traemos santificación para nosotros.
Santificación que nos beneficia según la fe, y amor que ponemos en la
celebración.
Por esta razón, el
Apóstol Pablo nos advierte que celebremos este sagrado memorial con reverencia
y arrepentimiento, sin reírnos, ni pensar en otra cosa o vivir en abierta
pecaminosidad, o faltarle el respeto a los elementos de alguna manera, porque
estaríamos faltándole el respeto al sacrificio que nuestro Señor soporto por
nuestra propia salvación (1Corintios 11: 27-28), lo cual convertirá bendiciones en condenación.
Jesús está con
nosotros cada vez que dos o más se reúnen en su Nombre (Mateo 18:20), pero está
especialmente entre nosotros cuando celebramos su Última Cena, la cúspide de su
vida terrenal entre nosotros.
EL LAVADO DE
PIES
El Señor Jesús
también dejó otra ceremonia, el lavamiento de los pies como signo y ejercicio
de humildad.
Se habla poco de este
sacramento, pero es una ordenanza establecida por nuestro Señor, al igual que
el Bautismo y la Eucaristía (Juan 13: 14-15). Tiene forma, elementos y comisión
de realizarce, y fue entregada para educarnos, rompiendo nuestro orgullo y
terquedad, obligándonos a lavarnos los pies los unos a los otros, deber de un
esclavo en su tiempo.
Como cualquier otro
sacramento, con la excepción del Bautismo que se celebra una vez en la vida, la
práctica de este mandamiento nos trae la santificación, mediante obediencia y humildad,
y el ejercicio de la humildad en la práctica, por amor a Dios, hasta que
crescamos en semejanza a Jesús, nuestro Señor, quien estableció el ejemplo.
Nuestro Señor llevó a
cabo estas ceremonias durante su última Pascua, la noche antes de su arresto.
Omar Flores.
Comments
Post a Comment