INSTITUCION DE
LA CENA DEL SEÑOR
26 Mientras comían,
Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los
discípulos, dijo:
“Tomad, comed; esto
es mi cuerpo”
27 Y tomando una
copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo:
“Bebed todos de ella;
28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para
el perdón de los pecados.”
29 Y os digo que
desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo
beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
MATEO 26:26-29
COMENTARIO
Es difícil
identificar en qué parte del seder de la Pascua nuestro Señor instituyó este
sacramento. La opinión va desde la mitad de la Cena (Lucas 14: 19-20), hasta
las dos últimas copas de vino que se toman al final de la comida (Marcos 14:
25-26). Sin embargo, la hipótesis más probable es que el Señor Jesús alteró el
orden normal de la comida pascual para instituir el memorial de su sacrificio
expiatorio, en la última cena pascual con sus discípulos en la Tierra (Lucas
22:15).
El Señor Jesús
instituyó el sacramento de su sacrificio u ordenanza, como se le llama
comúnmente, para establecer un vínculo entre el momento en que ofreció su vida
eterna como compensación por los pecados de toda la humanidad; a todo el tiempo
que la Iglesia se mantubiera en la Tierra, como un memorial de esta muerte y
resurrección, y como un canal de Gracia para todos los que de ella participen.
Este memorial del
sacrificio del Señor es más que una "representación simbólica" para
que no lo olvidemos. Ciertamente es una "anamnesis" (recuerdo
actuado) del sacrificio en la cruz, pero también un canal de Gracia, una
bendición especial que santifica el espíritu y el cuerpo de quienes participan
de ella. Tan necesario como el bautismo y con un propósito similar.
El pan y el vino
consagrados son algo más que un memorial simbólico del Cuerpo y la Sangre de
nuestro Señor. Tienen un valor espiritual en virtud de su representación, de
tal manera que el apóstol Pablo habla de tomar "el cuerpo y la sangre del
Señor" en pecado, si los tomamos sin respeto y reverencia (1Corintios
11:27). Ya no son pan y vino común, aunque todavía lo son, ya que el Señor
Jesús aún no habia muerto en la Cruz y estaba presente vivo cuando la
instituyó; pero son elementos consagrados por la palabra de Dios, el deseo de
Jesús y el valor de las cosas que representan.
La santidad de la
Cena del Señor no está solo en los elementos, sino en toda la ceremonia del
sacramento. Es un memorial sagrado en medio de una ceremonia sagrada, y por lo
tanto, siempre debemos participar de ella con reverencia y arrepentimiento.
Otra cosa que debemos
recordar es que debemos participar después de haber pedido a Dios el perdón de
nuestros pecados. Si tomamos del Sacramento sin arrepentirnos de nuestra
pecaminosidad, estamos hacienda afrenta al Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús y
que estos elementos representan. Este
pecado es tan grave que podría causar la muerte (1Corintios 11: 27-30) y,
ciertamente, condenación en el más allá.
Nada de lo que Dios
hace es en vano. Y la Santa Cena es una de ellas, y es un mandato de Jesús
realizarla y participar de ella. No es una elección, sino una obligación.
Todo acto de
adoración, que pretenda ser completo ante Dios, debe incluir la Cena del Señor,
porque es lo que da sentido y corona toda la adoración ofrecida a Dios. Sin el
sacrificio que representa, no habría ningún tipo de adoración a Dios.
La Cena del Señor es
una forma muy especial de cómo la Iglesia de Dios comparte tiempo y recibe la
Gracia de Jesús a través del Espíritu Santo. Jesús está especialmente presente
entre sus seguidores cuando participamos de ella con amor, reverencia y
arrepentimiento. Nos santifica.
Omar Flores.
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