TRADUCIANISMO

 

TRADUCIANISMO

Al hablar sobre la existencia del mal en el universo, y por qué Dios lo permite, a veces nos viene a la mente por qué un Dios benévolo crearía un espíritu para un niño, concebido intencionalmente por padres malvados para ser vendido o usado en sacrificios humanos, como ocurre en algunas partes del mundo.

Definitivamente es chocante el imaginar que un Dios, que lo sabe todo, acepte conceder que un niño nazca sabiendo que ha sido concebido sin amor y con propósitos malvados inmediatos. Ni siquiera la vieja explicación de que Dios permite la libertad de elección a los humanos, es suficiente para calmar nuestro disgusto, cuando incluso las leyes humanas negarían darle un automóvil a alguien que saben, lo usaria de inmediato para atropellar a personas o para ser utilizado en una actividad terrorista.

Sin embargo, no hay nada en las Escrituras, que indique que Dios crea directamente cada espíritu que entra en un embrión humano.

Dios creó el espíritu de Adán. Hizo su cuerpo de materia física y luego sopló "Nismat-Hayyim" (נִשְׁמַ֣ת חַיִּ֑ים), o "Aliento de vida" (Génesis 2: 7) en él; pero cuando Dios creó a Eva, se nos dice que ella fue hecha del cuerpo de Adán, lo que denota que Eva no pasó por un proceso similar al de Adán, sino que nació de una sustancia humana ya existente; y lo mismo ocurre con el resto de nosotros, a través de la reproducción sexual.

Dios le dio a la humanidad la capacidad de reproducción, y este poder está bajo nuestro control, ya que podemos elegir tener o no tener relaciones sexuales, o incluso optar por usar métodos artificiales para evitar la concepción; está claro que este poder fue entregado totalmente a nuestro control y discreción. El poder de procrear le fue dado por Dios a la humanidad en Adán y Eva, y de ellos heredamos nuestra naturaleza humana y nuestras capacidades.

Dado que procreamos seres similares de acuerdo con nuestra especie, es seguro deducir que incluso el nacimiento de espíritus está incluido en esta facultad.

Dios le dio a la humanidad la capacidad de reproducir otros seres humanos, no solo cuerpos humanos. Cuando los bebés salen del útero de sus madres, vienen como un ser humano completo, en proceso de crecimiento y maduración, pero esencialmente, todos nacemos vivos y seres humanos completos, no en espera de serlo.

Parece ser que en esta capacidad, el espíritu se forma a sí mismo tan pronto como se concive el embrión (Lucas 1:15). Si esto es correcto, entonces la responsabilidad es aún mayor que si Dios fabricara cada espíritu cada vez que hay una concepción en la Tierra. Depende de nosotros administrar cuidadosamente esta capacidad, sabiendo que en nosotros reside la capacidad de conferir vida.

Eso explicaría por qué se heredan las consecuencias del pecado de Adán y por qué algunos de nosotros podemos optar por concebir vidas humanas con propósitos malvados. A esto se le llama Traducianismo.

Pero sea como fuere, sabemos que la vida humana sólo puede reproducirse de nosotros, no de ningún otro lugar, ni siquiera en casos clonación o in vitro; por eso nuestra responsabilidad es grande ante Dios, el autor supremo y sustentador de la vida, y responderemos por ella en el Día del Juicio.

Omar Flores.

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