SINERGISMO
EN LA TEOLOGÍA PAULINA
En el cristianismo bíblico moderno el gran énfasis
en la gracia y la fe, nulifican muchas veces la responsabilidad personal en el
proceso de salvación, haciendo que todo el proceso de redención sea un esfuerzo
divino unilateral, donde la intervención humana se considera totalmente
innecesaria.
Se teme que mencionar cualquier participación humana
desacredite el mérito y el poder de Dios, pero esto no desacredita en absoluto
la gracia de Dios. De lo contrario.
DIOS NOS SALVÓ POR SU PROPIA INNICIATIVA
Después de la caída de Adán, la humanidad se perdió.
Independientemente del significado exacto de "morirás" (Génesis
2:17), el hecho es que después de comer del árbol prohibido, la humanidad cayo en
una relación interrumpida con Dios, la cual era imposible arreglar por nosotros
mismos.
La imposibilidad de que los humanos tuvieran la
capacidad de reparar el daño no se debió a la falta de voluntad nuestra, ni a
la negativa de Dios a perdonarnos; sino unicamente a la naturaleza de Dios.
Siendo DIOS absolutamente perfecto y justo, su
naturaleza eterna exigía el pago del pecado cometido. Siendo los humanos la
parte culpable, eran incapaces de ofrecer algo de sí mismos para pagar su
propio pecado, salvo sus propias vidas, lo que significaría la muerte eterna sin
dejar lugar a la redención.
Dios diseñó un proceso redentor que involucró su
encarnación como ser humano, para que pudiera ofrecer en su naturaleza humana,
un sacrificio eterno en compensación por los pecados de toda la humanidad; no
solo por el pecado de Adán, sino también por todos los pecados personales
cometidos (Romanos 15:16). En otras palabras, solo Dios proporcionó y recibió
el sacrificio expiatorio por todos nosotros, y si no lo hubiera hecho, estariamos
irremediablemente perididos para toda la eternidad. Esa es la Gracia
irremplazable de Dios.
LA RESPUESTA HUMANA COMO NECESIDAD
Sin embargo, Dios no impuso esta redención sin
nuestro consentimiento. Todas las ideas que implican que Dios domina nuestra
propia libertad, ya sea desde la doble elección antes de la creación hasta la
elección indiscriminada después de la caída, se basan en pasajes paulinos mal
entendidos sobre la elección y la predestinación.
Si Dios predestinara a algunos humanos al infierno, estaría
jugando con seres sintientes como si no tuvieran sentimientos, y eso iría en
contra de su naturaleza moral y justicia.
Por otro lado, si hubiera elegido para salvacion solo
a unos pocos de un grupo de humanos perdidos, habría creado un mundo sin libre
albedrío, porque después de todo, esta elección posterior a la caída se haria
sobre la elección de los elegidos, produciendo un grupo. de agentes no libres
salvados más allá de su voluntad.
Pero por lo que se revela en las Escrituras acerca
de la perfecta justicia y misericordia de Dios, sabemos que Dios quiere un
grupo de seres libres que eligan seguirlo, que deseen las cosas que Él desea,
para poder vivir en su presencia por la eternidad.
Pero aunque los humanos son incapaces de salvarse a
sí mismos, y el proceso redentor está diseñado y es llevado a cabo por DIOS SOLAMENTE,
Dios todavía necesita la aceptación humana de esta redención y el deseo honesto
de vivir a su lado por la eternidad, antes de aplicar la expiación de Jesús en
los seres humanos.
La decisión humana es esencial para el proceso de salvación,
y es imposible sin su consentimiento y participación. Dios no puede salvar a
los que no quieren estar con él.
TEOLOGÍA DE PABLO
San Pablo deja esto claro cuando habla de la Gracia
y la Fe en su epístola a los Romanos.
Al hablar del don de la salvación por la fe en
Jesús, dijo:
“Que si confiesas con tu boca a Jesús como
Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás
salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa
para salvación.”
Romanos 10: 9-10
En la cúspide de la teología paulina, aunque niega
abiertamente la salvación por el cumplimiento de la ley de Moisés, que incluye
no solo leyes ceremoniales sino también morales (Romanos 7: 7-8); dice que todo
aquel que cree en Jesús es justificado por esta convicción, al igual que el
paralelo que hizo con los capítulos de Abraham antes, cuando dijo que "Abraham
creyó a Dios y eso le fue contado por justicia" (Romanos 4: 3).
Al confesar públicamente esta fe, al declarar que
Jesús es el Señor, uno es "salvo". Con esto exige una acción, que es
la declaración pública oral de nuestra conviccion. Fe que implica nuestra
sumisión a Jesús como Señor.
Este proceso redentor solo se completa con la acción
que sigue nuestra convicción. Ni una fe desobediente, ni una falsa confesión pueden
conseguirnos la salvación, sino sólo una fe genuina, seguida de acciones correspondientes.
En el judaísmo uno es catalogado según la ejecución
cuantitativa de los preceptos mosaicos, pero en el cristianismo estás ligado a
la ley del Espíritu, que no es cuantitativa sino cualitativa, siendo la
práctica de la santidad, un deseo nacido de un corazón converzo, sin miedo,
bajo la convicción de que tenemos a nuestro redentor de nuestro lado.
“Permaneced en mí, como yo también
permanezco en ustedes. Ninguna rama puede dar fruto por sí sola; debe
permanecer en la vid. Tampoco vosotros podeis dar fruto si no permaneces en mí
".
Juan 15: 4
Omar Flores.
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