27 Pero a
vosotros los que oís, os digo:
Amad a vuestros
enemigos; haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen;
orad por los que os vituperan.
29 Al que te
hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no
le niegues tampoco la túnica. 30 A todo el que te pida, dale, y al que te quite
lo que es tuyo, no se lo reclames.
31 Y así como
queréis que los hombres os hagan, haced con ellos de la misma manera.
32 Si amáis a
los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los
que los aman. 33 Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34 Si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad.
35 Antes bien,
amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y
vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque El es
bondadoso para con los ingratos y perversos.
36 Sed
misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.
LUCAS 6:27-36
Continuando con la
enseñanza de las bienaventuranzas, después de dar esperanza a las personas que
son justas y sufren injustamente pobreza, adversidad y persecución; el Señor
Jesús procedió a proclamar a las multitudes, la ley del amor, del perdón y del
desprendimiento que es la base del Reino de Dios.
Contrario al
impulso natural de 'vengarse' de aquellos que abusan de nosotros, nos roban y
nos atacan; lo cual por ley natural y razón no estaría mal; Jesús habla de otro
camino, basado en el amor, el perdón y la generosidad.
Donde la razón
nos dice que devolvamos el golpe a quienes nos atacan; Jesús nos dice que
perdonemos, usando la expresión simbólica de “dar la otra mejilla”.
Cuando somos
abusados, en lugar de vengarnos de los abusadores o ladrones, Jesús nos dice que los perdonemos y que no intentemos
perseguirlos, usando la expresión 'no retengas tu túnica' o 'no los exijas de
vuelta'.
Jesús nos hace
darnos cuenta de que al contestar, aunque tenemos el derecho de hacerlo en
buena conciencia, nos estamos convirtiendo en parte de un sistema de efecto y
reacción, que nunca termina por sí misma, sino que alimentada por el
resentimiento, sigue rodando sin parar, hasta que una fuerza externa o nostros
mismos la detenemos.
Si alguien nos
roba y lo denunciamos, recobraremos nuestros bienes y el perpetrador sufrirá
una pena de cárcel. Al salir, ya no ocurrió nada más de lo esperado, el ladrón
volverá a robar, motivado por sus razones iniciales y su entorno. PERO si
decidimos perdonarlo, quedará impactado por esta reacción inesperada, y quizas
sea movido a cambiar, ya que sabe que merece castigo, y sin embargo fue
perdonado.
Ya sea que el
ladrón decida continuar con sus crímenes o no, la posibilidad de cambiar continúa;
ya que con nuestro perdón hemos detenido la rueda de Causa y Efecto de nuestra
parte. Hemos salido del sistema de retribución, puesto nuestra confianza en la
sabiduría de Dios en lugar de en nuestro propio criterio.
Jesús señala que
esta actitud de perdón es lo que marca la diferencia entre cristianos y no
creyentes. El perdón y el amor nos afectan a todos de manera positiva,
provocando siempre un cambio de actitud, lo sepamos o no. Sabiamente, el Señor
Jesús nos dice que esta reacción de perdón y amor es lo que distingue a los
“Hijos del Altísimo”, cuando los creyentes deciden reaccionar “como Dios”, de
manera amorosa y misericordiosa.
Omar Flores.
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