SOMOS SEGUIDORES DE QUIÉN?
En el primer
capítulo de 1 Corintios, San Pablo habla de cierta división que consumía a esta
congregación griega, y que necesitaba atención urgente, porque amenazaba la
unidad no solo de esta congregación, sino potencialmente también la unidad de
toda la iglesia universal.
Parece ser que la
congregación, muy probablemente por instigación de los falsos maestros, estaba
dividida en todos los aspectos de doctrina y moral cristiana, como se puede ver
a lo largo de toda la carta.
Desacuerdos sobre
quiénes eran los verdaderos apóstoles de Cristo (1Cor 4,1-5); sobre el
matrimonio y la soltería (1Cor 7,1-2,17); sobre la idolatría (1Cor 8,1-2),
sobre la Cena del Señor (1Cor 11,17-19) y muchas otras cosas, tenían a la
iglesia dividida en diferentes partes, y que, especialmente en ausencia de su
padre fundador, San Pablo (1 Corintios 4:15), todos habían tomado partido clamando
su adhesión a cada apóstol, según entendían su doctrina, ya que ninguno de
ellos estaba presente allí, por lo que la unidad original de la iglesia de
Corinto quedó amenazada, dividida en diferentes bandos bajo la nombre de cada
'apóstol' según sus preferencias
(1 Corintios
1:10-12; 3:4-5).
Uno de los puntos
interesantes que a menudo se pasa por alto es la mención específica de Pedro o
Cefas como una de estas partes (1Cor 1:12).
Si San Pedro
hubiera tenido el primer lugar en la Iglesia, si hubiera sido “la Roca” sobre
la cual el Señor JESÚS estableció su Iglesia.
O si Pedro hubiera
sido infalible, como algunos lo consideran, la mención de su nombre hubiera
sido inútil, porque todos habrían creído en sí mismos, haber estado siguiendo a
Pedro, aparte de su propia preferencia de otros líderes.
Su mención como uno
más entre los otros, significa que en la mente de los cristianos del primer
siglo, Pedro o Cefas como aquí se le llama, no era más que un simple apóstol,
sin ninguna autoridad o don especial que lo separe de los demás, especialmente,
al oponer su nombre a otros apóstoles, prueba que consideraban a Pedro falible,
incluso en materia de fe.
Pero aparte de
esto, hay un punto doctrinal aún más profundo que llama la atención, y es que
por más dividida que estaba esa congregación, todavía todos eran considerados
'cristianos' e hijos de Dios
(1 Corintios 1:30).
EL MISMO PROBLEMA
HOY
De la misma manera
hoy, una vez que los apóstoles pasaron de nosotros a la Gloria, Satanás
nuevamente planto dudas y desacuerdos en la Iglesia de Dios, pero esta vez lo
logró, porque no había nadie en la Tierra que pudiera reclamar sanción divina
como máxima autoridad en materia de fe. La falta de autoridad fue tan grande,
que ni concilios ni las pretensiones de infalibilidad papal detuvieron los
cismas.
Pero en medio de
toda esta humareda de palabras, acciones, acusaciones y asesinatos ‘en nombre
de dios’ que los cristianos se provocan unos a otros, las palabras de Pablo seguían
clamando desde el silencio:
“USTEDES SON DE
CRISTO” (1 Corintios 3:23).
JESÚS nunca
proclamó un conjunto escrito de doctrinas ni proclamó un Credo al que aferrarse
para ser salvo.
Él nunca dijo que tendríamos
que pasar un examen teórico antes de que entremos en Gloria; o que tendriamos
que estar de acuerdo con un cierto número de puntos antes de ser perdonados y
nacer de nuevo.
EL SEÑOR JESÚS solo
proclamó la fe en Él como el Hijo de Dios, que incluía obedecer todo lo que Él
nos mandaba, que era principalmente moral, y el arrepentimiento de una vida
alejada de la voluntad de Dios (Mateo 4:17; Marcos 1:15).
Y aun cuando el
mismo Señor Jesús mandó a sus apóstoles a bautizar, Pablo dijo que Jesús “no le
envió a bautizar sino a predicar el Evangelio”, es decir, que lo único que nos
salva es la misericordia de Jesús, de la cual el bautismo toma su valor, pero
también, que sin esta fe y arrepentimiento previo en Jesús, el bautismo mismo
es inútil
(1 Corintios 1:17).
La salvación se
basa en una relación personal con Jesús de Nazaret, reconociéndolo como el Hijo
de Dios, y como el Mesías prometido que dio su vida en pago por todos nuestros
pecados; y sumisión a Él por la eternidad después de haberle confesado nuestros
pecados en arrepentimiento (Hechos 2:38) y nada más.
El bautismo debe
seguir, pero no sin fe personal, de lo contrario no tiene sentido, porque es
una ceremonia solemne y sagrada de compromiso eterno con Dios en Cristo, basado
en su muerte y resurrección, para resucitar espiritualmente de una vida de
pecado a una nueva vida en Jesús (Colosenses 2:12).
Nada más es
necesario, teóricamente eso es.
Debemos honrar ese
compromiso viviendo una vida santa de acuerdo con la voluntad de Dios, o al
menos intentar y desear vivir la santidad y luchar en el proceso, pero eso es
moralmente, no teóricamente.
Porque, incluso si
no hacemos esto. Si desdeñamos la santidad de Dios y continuamos practicando el
pecado sin arrepentirnos, toda nuestra admisión teórica del señorío de Jesús en
nuestras vidas será contada como vana cuando muramos, y seremos condenados
junto con todos los enemigos de Cristo
(1 Corintios
10:1-6).
En los viejos
tiempos, ISRAEL se dividido en Israel y Judea, uno mas hereje e inmoral que el
otro, pero ambos fueron vistos por DIOS YHWH como UNO, todos como hijos de
Israel.
En los nuevos días,
los cristianos se dividieron en mil ramas, pero mientras doblen sus rodillas
ante JESÚS y se sometan a Él como su Señor y Salvador, DIOS YHWH todavía los ve
como sus hijos, seguidores de su amado Hijo Jesús.
Cuando muramos, o
cuando Jesús regrese a la Tierra, entonces nuestro Señor nos llamará a todos y
arreglará las cosas con nosotros, explicándonos cosas que no entendimos durante
nuestra vida terrenal.
(1Cor 3,13-15;
13,12).
Si un mormón, un
testigo de Jehová, un católico, un ortodoxo, un anglicano, un luterano, un
bautista y hasta un unitario o un evangélico free lance que se reúne en una
cueva, si todos estamos en una sola habitación, gritándonos e insultándonos, por
principio, todos guardarían silencio y caerían de rodillas si el Señor
JESUCRISTO entrara en esa habitación. Porque a todos ellos, a todos nosotros,
ÉL ES NUESTRO SEÑOR, y escucharemos lo que Él dice, y en un segundo nos
retractaremos de todos nuestros errores y aceptaremos lo que Él diga sin dudar
una palabra.
Así nos ve JESÚS.
Por eso Pablo les
habló a todos estos corintios como a sus hijos y como cristianos todavía, aun
cuando negaban doctrinas fundamentales, como la segunda venida o la
resurrección de los muertos.
Porque todos fueron
lavados y salvados para el Padre, por medio de la SANTÍSIMA SANGRE PRECIOSA DE
NUESTRO SEÑOR JESÚS, SEA BENDITO POR SIEMPRE.
Amén.
Omar Flores.
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